Viña Arana es una de las etiquetas icónicas de La Rioja Alta. Nace con la cosecha de 1969 para reemplazar a otra referencia ilustre: el Sexto Año, que llevaba décadas elaborándose con aquel nombre genérico tan descriptivo que nos deja claro cómo el vino ha permanecido criándose y reposando en la bodega durante cinco años (de los cuales típicamente un año y medio permanece en barricas) para salir al mercado en el sexto año desde su vendimia.
Viña Arana se lanzaba, así, en 1974 tomando prestado el apellido de José María de Arana y Aizpurua, entonces presidente de la bodega, y convirtiéndose en un icono de un estilo singular de aquellos tiempos en la zona de Haro caracterizado por su finura y bautizado como “Rioja claret” por los bordeleses que trabajaban por aquel entonces en las bodegas riojanas.
Junto a sus hermanos 890 y 904, Viña Arana es hoy uno de los tres vinos Gran Reserva de la bodega y, según explica Julio Sáenz, enólogo de La Rioja Alta, “siempre ha mantenido constantes y en permanente evolución sus señas de identidad, aun cuando el mercado internacional, especialmente en los años 90, apostaba por otro estilo de vinos con más color, alcohol, fruta madura y barrica nueva”.
Para elaborar este Viña Arana Gran Reserva 2016 se emplean uvas de Tempranillo (95%) procedente de las fincas Las Cuevas, El Palo y Las Monjas, en Rodezno, con un aporte de Graciano (5 %), procedente de la finca Montecillo, en Fuenmayor, vendimiado 12 días más tarde que el Tempranillo. La vendimia es manual, en cajas, con una primera selección de racimos en la propia viña. Las uvas se transportan refrigeradas hasta la bodega, donde se lleva a cabo una segunda criba en mesa de selección óptica para pasar a realizar la fermentación alcohólica (a 27 ºC) y la conversión maloláctica. Una selección del vino ya fermentado pasó a criarse durante tres años en barricas de roble americano de fabricación propia con 4,5 años de uso. Después de seis trasiegas tradicionales de barrica a barrica a la luz de la vela, el vino se embotelló en julio de 2020 y permaneció casi cuatro años más en el botellero de la bodega.

Cata de Viña Arana Gran Reserva 2016
Siete años después de su vendimia, lo descorchamos para encontrar un vino de color picota poco profundo con tonos teja que comienzan a asomar en su ribete. Su nariz combina sensaciones frutales y balsámicas, con aromas a fruta negra madura de calidad, notas herbales, mentoladas, un toque de laca y aromas de una madera muy bien integrada. En boca es un vino fino, redondo, complejo pero a la vez amable, con los taninos pulidos y una destacable longitud. Todo en él nos habla de equilibrio, de mesura y hasta de discreción, a diferencia de sus más opulentos hermanos Gran Reserva 890 y 904.
Como corresponde a un vino con su crianza, le viene bien permanecer un tiempo abierto para oxigenarse y mostrar todo su potencial, al tiempo que conviene cuidar la temperatura de servicio para evitar que la sensación alcohólica adquiera más protagonismo del que le corresponde.
En cualquier caso, es una muestra más de la enorme riqueza de estilos que las grandes bodegas de Rioja nos ofrecen en vinos de destacable calidad que o bien son capaces de convertirse en los protagonistas de la velada o bien, como en este caso, serán acompañantes más discretos y versátiles pero igualmente deliciosos.

Vino | Alcohol | Producción | Precio (75 cl) |
Viña Arana Gran Reserva 2016 | 14,5 % | – | 40,50 euros (caja de madera) |

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Viña Arana Gran Reserva 2016: The discreet fifty-year-old heir to Rioja’s Bordeaux legacy
According to Julio Sáenz, winemaker at La Rioja Alta, Viña Arana “has always maintained its identity and constantly evolved, even when the international market, especially in the 1990s, was betting on another style of wine with more colour, alcohol, ripe fruit and new barrels”.
To make this Viña Arana Gran Reserva 2016, Tempranillo grapes (95%) from their own plots in Rodezno are used, with a contribution of Graciano (5%) from Fuenmayor. The harvest is manual, in boxes, with an initial selection of bunches in the vineyard itself. The grapes are transported refrigerated to the winery, where a second screening is carried out on an optical selection table to proceed to alcoholic fermentation (at 27 ºC) and malolactic conversion. A selection of the already fermented wine was aged for three years in American oak barrels manufactured by the winery itself that were 4.5 years old, after which the wine was bottled and remained in the cellar for almost four more years.
Seven years after its harvest, we uncorked it to find a wine with a shallow cherry colour with brown accents that are beginning to appear on its rim. Its nose combines fruity and balsamic sensations, with aromas of ripe quality black fruit, herbal and menthol notes, a touch of lacquer and aromas of a very well-integrated wood. On the palate it is a fine, rounded, complex but at the same time pleasant wine, with polished tannins and a remarkable length. Everything about it speaks of balance, moderation and even discretion, unlike its more opulent brothers Gran Reserva 890 and 904.
As befits a wine with its ageing, it does well to remain open for a while to oxygenate and show all its potential, while it’s advisable to take care of the serving temperature to prevent the alcoholic sensation from taking on more prominence than it should.
In any case, it’s one more example of the enormous wealth of styles that the great Rioja wineries offer us in wines of remarkable quality that are either capable of becoming the stars of the evening or, as in this case, will be more discreet and versatile companions but equally delicious.