Si no lo has visto aún, probablemente te han hablado de él. El Museo Vivanco de la Cultura del Vino comparte instalaciones con la Bodega Vivanco, a las afueras de Briones, en pleno corazón de la Rioja Alta, y es un lugar que todo amante del mundo del vino debería visitar, sí o sí, una vez al menos en su vida.
Inaugurado en 2004, este espacio combina una vasta colección de elementos relacionados con el mundo del vino (desde gigantescas prensas hasta peculiares sacacorchos) con materiales didácticos creados ex profeso para hilar y enriquecer un recorrido en el que, fácilmente, podemos invertir una mañana entera.

Así, parte de la magia del museo reside en su combinación de piezas de valioso carácter histórico con recursos didácticos interactivos, como una amplia muestra de aromas del vino, una sencilla exposición de los tipos de corcho o los paneles dedicados a la plaga de la filoxera, por poner unos pocos ejemplos. Pero, vamos a poner un poquito de orden al relato.
Comienza la visita al Museo Vivanco
A lo largo de seis salas temáticas que totalizan 4.000 metros cuadrados, recorremos la historia del vino desde sus orígenes hasta nuestros días a través de pasillos y rampas sin ningún tipo de barrera arquitectónica. Tras el paso obligado por un audiovisual, entramos en una enorme sala al nivel de la calle dividida en pequeños módulos en los que se nos habla del origen del vino, de su elaboración y del cultivo de la vid, haciendo hincapié en las amenazas de la planta, la historia del Rioja y la importancia de la introducción de los laboratorios y la tecnología.

Así, caminando entre arados, prensas y probetas, llegaremos a la segunda sala, en la que se nos habla del continente más que del contenido: de barricas, botellas, corchos, ánforas, pellejos, unidades de medidas, sistemas de transporte… un viaje fascinante a lo largo de los recipientes que han contenido vino desde la Antigua Roma hasta nuestros días. La fabricación de las barricas y una enorme colección de botellas de vidrio son los puntos fuertes de esta sala.
El trabajo en bodega y el arte del vino
En la tercera sala encontramos todo un homenaje al trabajo en bodega, desde el momento en el que se descuba el vino de los depósitos de fermentación hasta que las botellas llegan al mercado. Todas las labores de bodega (maceraciones, clarificación, filtrado… ) se ejemplifican con los artilugios empleados en ellas. El transporte del vino ocupa, asimismo, un lugar destacado, pero probablemente, el espacio dedicado a la nariz del vino sea uno de nuestros favoritos del museo, con tirillas de papel impregnables en distintas sustancias que nos harán viajar olfativamente por aromas de rosas, cuero, regaliz, violetas…

Dicho todo esto, el plato fuerte del Museo Vivanco es, sin lugar a dudas, una soberbia colección de obras de arte relacionadas con el mundo del vino: tallas, lienzos, mosaicos… Desde el Antiguo Egipto hasta la actualidad, viviremos la huella que ha dejado el vino en las creaciones de los hombres, de artistas como Jan van Scorel, Pablo Picasso, Joaquín Sorolla, Joan Miró, Juan Gris o Walt Disney.
La colección no es solo impresionante por el valor y la diversidad de las obras expuestas; es impresionante por hacernos conscientes del peso que la vid, las uvas y el vino tienen en el imaginario colectivo, colándose en las obras de diversos estilos, técnicas y épocas.
Colección de utensilios y una ventana a la Bodega Vivanco
La visita concluye con una quinta sala en la que se exhibe multitud de objetos más o menos curiosos relacionados directamente con el descorche, con el puro disfrute. Cuarenta años de coleccionismo de la familia Vivanco se traducen en cerca de 35.000 sacacorchos, de los cuales se exhiben los más originales. Junto a ellos, encontramos una gran selección de utensilios de la historia de la sumillería.

Pero antes de llegar a esta última sala, habremos pasado por otro de los lugares más interesantes del museo, interesante desde el punto de vista arquitectónico e interesante por lo que deja ver, por ser una ventana (o un balcón, más bien) a la Sala Octogonal de Barricas de la bodega Vivanco.
En una astuta maniobra, Jesús Marino Pascual, el arquitecto del complejo, comunica visualmente el mueso y la bodega, cerrando un círculo que enlaza lo teórico y lo práctico, lo pasado y lo presente, y haciendo que los visitantes del museo sientan curiosidad por la bodega. Nosotros, obviamente, la visitamos, pero esa es otra historia que contaremos a su debido tiempo.
