Queda lejos ya aquel año 1987 en el que la denominación de origen Toro daba sus primeros pasos. Treinta y cinco años después, doce municipios de Zamora y tres de Valladolid han sido capaces de poner en valor sus uvas autóctonas y su terruño, con la Tinta de Toro como abanderada de unos vinos nacidos en algunos casos de viñedos prefiloxéricos que crecen sobre suelos arenosos.
Toro es hoy una poderosa marca con la que identificamos unos vinos tintos con carácter, tradicionalmente rústicos pero cada día más refinados, vinos que hemos podido conocer (en algunos casos) o revisitar (en otros) gracias a la presencia de una veintena de bodegas en el Showroom de la D. O. Toro celebrado en el auténtico templo del vino que es la tienda de Lavinia en el centro de Madrid.
Frontaura & Victoria
Bajo la marca Bodegas Nexus&Frontaura se agrupan dos diferentes proyectos vitivinícolas: el de la matriz –la bodega Nexus, de Pesquera de Duero, Valladolid, encuadrada en la D. O. Ribera del Duero– y el de su derivada zamorana, la Bodega del Palacio de los Frontaura & Victoria, ubicada en la finca Pago de Valdelacasa, en Villabuena del Puente, encuadrada en la D. O. Toro.
Con las 120 hectáreas de viñedo monovarietal de la finca, plantado en espaldera y con riego por goteo, Frontaura & Victoria elabora una gama de cinco tintos y un rosado, aparte de un blanco encuadrado en la D. O. Rueda. Se trata de vinos vivos y vibrantes en los que la madera tiene una presencia destacada.
Divina Proporción
Ubicada a las afueras de la población de Toro, en un meandro del río Duero, Divina Proporción es para nosotros una vieja conocida cuyos vinos hemos degustado en diversas ocasiones. La bodega zamorana acudió al evento con cuatro referencias, de las que catamos Abracadabra y Platón, vinos ambos muy estructurados, con una importante presencia de la crianza en madera y taninos domados.
Bodegas Vetus
Encuadrada en el Grupo Artevino, donde comparte protagonismo con Izadi, Finca Villacreces y Orben, Vetus se encarga de trasladar la filosofía de la familia Antón a los vinos de la D. O. Toro, elaborando su primera añada en 2003 y erigiendo una bodega propia cinco años más tarde.
Guiados por Rafael Peña, director comercial del grupo, catamos las nuevas añadas de Flor de Vetus y Vetus, monovarietales de Tinta de Toro con nueve y 12 meses de crianza, respectivamente, elaborados con uvas de un viñedo propio de 20 hectáreas. A pesar de sus diferentes perfiles, ambos son vinos claramente varietales, intensos, con un toque goloso, recuerdos a regaliz y monte bajo; fantásticos para recibir el otoño y ser disfrutados sin prisas.
Bodegas y Pagos Matarredonda
Nacida en 2001 al sur de la población de Toro, Matarredonda es una embajadora de la región fuera de España, ya que exporta el 90 % de su producción. Su gama de vinos, todos monovarietales de Tinta de Toro, se inicia con Valdefama (criado seis meses en barricas de roble francés de Allier), y va creciendo en tiempo de crianza con Juan Rojo (8 meses), Libranza (14 meses) y Libranza 28 que, como su nombre sugiere, tiene una crianza de nada menos que 28 meses.
En nuestro caso y con Melisa Juárez como anfitrióna, probamos Juan Rojo 2017 y Valdefama 2019, vinos muy correctos, bien elaborados, que trasladan a la copa el esmero puesto por la bodega en todos los procesos, incluida una buena estancia de las botellas en la bodega, a pesar de tratarse de los escalones más bajos de la gama.
Finca Volvoreta
Sin lugar a dudas, el proyecto biodinámico de María Alfonso fue, para nosotros, el gran descubrimiento de la jornada, si bien en realidad hay que hablar de dos proyectos independientes: Volvoreta y L’Amphorae. En ambos casos hablamos de vinos de mínima intervención elaborados con uvas de cultivo orgánico, pero en el caso de L’Amphorae se va un paso más allá, y los vinos hacen una segunda crianza en el interior de la tierra, en ánforas de barro enterradas.
El resultado es espectacular, frutal, elegante, de una gran finura. En cuanto a Volvoreta, no se queda atrás, ya que transmite el mismo mimo, el respeto absoluto por el campo, algo que estamos ya quizás cansados de escuchar pero no de beber. Y para terminar de conquistarnos, María nos obsequió con una muestra de su vino de la vendimia de 2022 que hace nada ha acabado la fermentación, una bomba de fruta, impecable y voluptuosa, que nos explica con hechos y no con palabras por qué estos vinos son tan especiales.
Gago Viticultores de Toro
Teníamos ganas de probar los vinos del proyecto de Telmo Rodríguez en Toro, y no nos decepcionaron. De entrada, la etiqueta de Dehesa Gago 2021 es en sí misma toda una declaración de intenciones, con una sencilla ‘g minúscula’ sobre el nombre del vino, el año de vendimia y una detallada descripción de las características de la añada, en mayúsculas. Es la primera vez que vemos que alguien hace algo así en la etiqueta (no en la contra), y no podemos dejar de aplaudirlo.
Y si Dehesa Gago, con seis meses de crianza, es una auténtica gozada, un monovarietal de Tinta de Toro con una soberbia relación calidad/precio, Gago “a secas”, con 14 meses de crianza (mayoritariamente en foudres) nos demuestra que es posible beber un vino de Toro perfectamente estructurado, serio, largo, intenso y complejo sin percibir apenas aromas secundarios de la crianza.
Numanthia
Poco podemos decir aquí de Numanthia que no hayamos contado en nuestro “curso intensivo” recientemente publicado en este enlace. No obstante, no pudimos resistirnos a probar los dos vinos que llevó la bodega: Termes 2019 y Numanthia 2017.
Nos encanta confirmar el estilo más ligero, más elegante, que la bodega está imprimiendo a sus vinos, algo que nos deja claro la nueva añada de Numanthia. Termes, por su parte, sigue pareciéndonos una fantástica manera de acercarnos a la mejor versión de Toro sin romper la hucha.
Paydos
Tampoco podíamos dejar de visitar la mesa en la que se exhibía el vino de Paydos, el proyecto de Alonso del Yerro en Toro, un monovarietal de Tinta de Toro procedente de viñedos de 80 años de Morales del Vino con cuyas uvas se elaboran apenas 5.000 botellas.
Probablemente lo mejor de Paydos es que en este vino encontramos la misma elegancia moderna y auténtica de los vinos que Javier Alonso y María del Yerro elaboran en Ribera del Duero… Y con eso ya es más que suficiente.
Hacienda Terra D’Uro
Javier Ortega “Pipa”, winemaker & partner (como refleja en su tarjeta de visita), nos dio una auténtica clase magistral sobre la filosofía de Terra D’Uro. Tremendamente apasionado y tremendamente técnico, es uno de esos enólogos que quieren conocer lo que cada molécula de su vino está haciendo en cada momento.
Su monovarietal de Garnacha nos ganó para la causa con deliciosos aromas varietales y una boca intensa y envolvente. Por su parte, Finca la Rana nos dejó algo más fríos al tratarse de un vino marcadamente técnico, uno de esos vinos que sin duda ofrecen un montón de cosas y que serán capaces de satisfacer a un amplio espectro de público.
Y lamentablemente no hubo tiempo de más. Dejamos el evento con la satisfacción de sentir que hemos aprendido un poco más de los vinos de Toro, de una región que en 35 años ha conseguido consolidar su fama tanto en nuestro país como en el extranjero, explotando el enorme potencial de sus viñedos viejos, sus suelos pobres y sus uvas autóctonas, y abriendo la puerta a una nueva generación de vitivinicultores que reividican el cultivo respetuoso con el medio ambiente, una menor intervención en bodega y esa autenticidad sin la cual no es posible lograr la verdadera grandeza.