Víctor y Héctor nos citan por la tarde. Los dos tienen trabajos a jornada completa, y al acabar sus respectivos turnos, comienza una segunda jornada para ellos, una en la que ellos son sus propios jefes y en la que el trabajo no se acaba nunca. Víctor es el más locuaz de los hermanos y quien nos guiará por algunos parajes donde su familia tiene los viñedos de los que nace LOF. Héctor prefiere estar en un segundo plano, y tanto María como Paula, sus respectivas parejas, apoyan el proyecto sin fisuras, echando en él también tantas horas como sea necesario. Ah, y nos faltan aún un par de nombres: Samuel y Adela, los progenitores; de alguna forma son el germen de todo, quienes apostaron por agrupar las viñas y trabajarlas con criterios nuevos, huyendo de la sobre-explotación, arando, haciendo poda en verde… e inoculando en Víctor y en Héctor el virus del esfuerzo.
El viñedo de Valtuille de Abajo desde el castro Ventosa
La visita comienza, en realidad, en el castro Ventosa, un emplazamiento desde el que se divisa, hacia el suroeste, una buena parte del viñedo de Valtuille de Abajo. Víctor nos explica, desde allí, cómo el terreno forma diferentes lomas que constituyen tres pequeños valles y permiten hablar de parajes más frescos y de otros con mayor insolación, de diferentes suelos, de zonas replantadas donde hasta hace poco había pinos… Ellos vendimian, fermentan y envejecen cada parcela independientemente, siempre que dé al menos para rellenar una barrica. Esto les permite, entre otras cosas, detectar qué parcelas hacen mejores vinos, y de hecho este año uno de los parajes, Mata de los Pardos, se estrenará con etiqueta propia y una producción de unas 1.500 botellas.
En la actualidad, Vinos LOF produce 11.000 botellas anuales. Vi Lof Roble es su vino de acceso, un monovarietal de Mencía de cepas viejas que se elabora mayoritariamente con uvas de un viñedo de El Foco (un paraje más cálido) y en menor medida con otras de San Pelayo (que es más fresco). Ambos fermentan y envejecen por separado. En el ensamblaje se añade una pequeña parte de vino sin barrica, y a continuación se pasa a la botella.
La Fontiña de Nai es su vino de mayor empaque, elaborado con uvas de un viñedo centenario de Mencía de una parcela ubicada en Villegas. ¿Te suena? Es el mismo paraje que sirve a Raúl Pérez o a Nacho León para elaborar sus respectivos Valtuille Villegas (con 95+ puntos Parker) y Demencia Villegas.
Angelita, el nuevo blanco de Chardonnay de Vinos LOF
Angelita es la novedad para este año. Se trata de un blanco elaborado con uva Chardonnay de un viñedo ubicado a 900 metros de altitud que Samuel y Adela plantaron hace 25 años. La Chardonnay es una variedad que no se adapta bien al terruño del Bierzo, por lo que hablamos de un viñedo de un rendimiento pobre. Héctor está haciendo pruebas con algunas cepas para injertar Godello, aunque por el momento la Chardonnay se queda.
Y si su uva no es convencional, aún lo es menos su elaboración. Angelita realiza la fermentación maloláctica completa y envejece durante seis meses sobre sus lías en barricas de roble, lo que se traduce en un vino untuoso y complejo que presenta una enorme personalidad. De esta primera añada se han lanzado solo 1.100 botellas, pero Víctor nos cuenta que su objetivo no es crecer demasiado por ahora. Al fin y al cabo, el viñedo familiar se destina fundamentalmente a la venta de uva a bodegas amigas, y LOF es un proyecto a largo plazo que aún se encuentra dando sus primeros pasos.
Una antigua bodega rehabilitada
Por el momento, todos los ingresos de LOF se reinvierten para ir mejorando la bodega, que se ubica en una antigua casa de Valtuille de Abajo; una casa que tiene mucha historia, ya que es donde su abuelo elaboraba vino. Después de muchos años de abandono, los dos hermanos se pusieron manos a la obra (nunca mejor dicho), y han conseguido recuperar la casa por completo, echando mano de su tiempo libre, del de sus parejas y de otros familiares, como el padre de Paula, que fue una gran ayuda durante la reforma. En el futuro, puede que la bodega se convierta también en un alojamiento rural que forme parte de algún tipo de oferta de enoturismo.
Visitamos LOF a apenas unos días de que dé comienzo la vendimia. Todo está preparado para la cuenta atrás. Una pequeña puerta nos da acceso a una sala de gruesos muros de piedra unida con mortero y un moderno piso de hormigón. Allí dentro encontramos varias cubas de acero inoxidable, de entre 500 y 3.000 litros; uno de estos depósitos, con la base cuadrada y esquinas redondeadas, ha sido fabricado por el propio Héctor, y encaja como un guante en un hueco nada más entrar en la bodega. El control térmico del sistema de refrigeración, que toma agua de un pozo, y la parte eléctrica de toda la reforma es obra de Víctor, pero lo que más nos llama la atención es que en todas las cubas hay un cuadrante en el que día a día se va anotando la evolución de la fermentación.
Todas las parcelas se vendimian, fermentan y envejecen por separado, siempre que su contenido dé para rellenar, al menos, una barrica bordelesa.
Algo similar ocurre en las barricas, ubicadas en una casa cercana que también están rehabilitando; cada una de ellas muestra los datos de las analíticas que se le han hecho al vino, la procedencia, la fecha de vendimia, la fecha de llenado… todo pulcramente consignado, en impecables hojas con membrete, plastificadas… Puede parecer algo intrascendente, y puede que lo sea, pero siempre pensamos que es precisamente la atención al detalle en todos los procesos, hagas lo que hagas, lo que acaba marcando diferencias.
Una bodega pequeña, pero con embotelladora
En la segunda “casa” de los LOF, la que contiene todas las barricas, nos sorprende encontrar una embotelladora, un “lujo” que solo está al alcance de productores de mucho más volumen. Víctor nos cuenta que la compraron de segunda mano, la desmontaron, granallaron toda la estructura, la repintaron, cambiaron por completo la tornillería y rehicieron la arquitectura eléctrica. Es una muestra más de hasta dónde se puede llegar cuando se unen esfuerzos.
Allí han embotellado, el pasado junio, su primera añada de Angelita, con su característica botella borgoñona transparente y una etiqueta que sigue las premisas de las de Vi LOF y La Fontiña: reflejar los colores del viñedo, del otoño, del vino, de las lunas, de todo aquello que hace que cada añada sea lo que es; y algo que nos encanta: los textos invertidos que nos sugieren que es desde el interior de la botella, donde se encuentra el vino, desde donde se lee la etiqueta.
Y, ya que estamos rodeados de barricas, no podemos decir que no a una cata en rama de la vendimia de 2018. Resulta sorprendente ver hasta qué punto cada parcela evoluciona por su propio camino. Hay parajes más frescos, más atlánticos, otros más frutales, barricas más cerradas y vinos realmente expresivos, que parecen estar pidiendo ya el paso a la botella. No encontramos verdores, no hay defectos, aunque siempre aparece alguna barrica un tanto reducida, que va a exigir algún trasiego extra.
El próximo Vi LOF saldrá del ensamblaje de todos estos vinos. Para nosotros, jugar a imaginar el resultado es un ejercicio tan entretenido como complicado. Para Víctor y Héctor es la piedra angular de su futuro; no cabe duda de que el vino es bueno, pero de su ensamblaje dependerá que guste más o menos, que sorprenda o incluso que emocione.
Todos los procesos en bodega están pensados para dejar que la fruta se exprese, sin correcciones, con la identidad característica de cada parcela. En los vinos de Lof no hay clarificación, filtrado ni estabilizacion en frío; tan solo desfangados y la decantación que se produce con el reposo del vino en la barrica. Mínima intervención tanto en la bodega como en el viñedo son imprescindibles para hacer que suceda.
El blanco de Chardonnay Angelita es, por el momento, la propuesta más original de Vinos LOF. Próximamente la gama de vinos se ampliará con un parcelario del paraje Mata de los Pardos.
Y mientras escribimos estas líneas, comienza la vendimia. Las cajas van llenando la pequeña bodega, Adela supervisará la selección en el propio viñedo, como siempre lo ha hecho, la prensa extraerá el mosto en la bodega, que llenará las cubas, la fermentación arrancará, comenzará a hacer frío, llegará el otoño, las cepas de garnacha tintorera salpicarán de rojo los viñedos junto al castro Ventosa, y unos cuantos racimos sobrevivirán mientras se secan colgados en un corredor, racimos indultados por Adela para celebrar la Nochevieja, para cerrar el año en torno a la familia… y a las uvas.