A quién no le gusta una cata vertical. Desde luego, nosotros estamos siempre dispuestos, así que cuando supimos que Bodegas Roda ofrece la posibilidad de catar tres añadas de sus dos vinos mas emblemáticos, ni lo dudamos.
En nuestro caso, nos decidimos por la cata vertical de Roda II (desde 2002 llamado Roda, a secas), un reserva con un perfil orientado a potenciar los aromas de la fruta roja, del cual nos dieron a probar tres añadas: 1993, 1998 y 2001.
Los coupages y los tiempos de crianza de Roda II cambian cada añada, pero básicamente manda el Tempranillo, con un aporte de Graciano y/o Garnacha. La crianza en barricas ronda los 15 meses, con aproximadamente la mitad del vino descansando en madera nueva y la otra mitad en madera de un uso. Pero, insistimos: la receta se adapta a las condiciones de cada añada.
En Roda II 2001 encontramos una explosión de fruta madura con un final licoroso. En boca es un vino muy vivo, que 18 años después de su vendimia se encuentra en un momento óptimo.

La añada de 1998 ofrecía aún una intensa nariz de fruta madura, acompañada de aromas a cueva que en ningún momento resultan desagradables. En boca es espectacular, glicérico, muy sedoso, frutal… Quizás es el que tiene más “cueva” y menos fruta, pero sus taninos muy pulidos hacen que su trago sea igualmente irresistible.

1993 nos sorprendió por encontrarse muy vivo, a pesar de mostrar un color muy oxidado. La fruta madura manda. Es ancho, largo, no muy intenso y va evolucionando enormemente en copa a medida que se abre. Al rato aparece la madera, con complejas notas ahumadas y tostados. Al final de la copa, media hora después, la madera prácticamente ha desaparecido, y estamos ante un vino increíble, maduro, complejísimo y sedoso.
Como conclusión, encontramos tres vinos muy largos y anchos, con muy poca acidez; tres vinazos muy fáciles de beber que, después de hasta 26 años de espera, hacen que la elaboración típica de Rioja adquiera todo su sentido.
