Olga Verde en el viñedo de Otero de Toral
Hemos pasado una tarde con la enóloga y viticultora Olga Verde, que nos ha mostrado su proyecto personal en el Bierzo, un ilusionante viaje por el viñedo viejo que cubre las laderas norte de Otero de Toral con cuyas uvas elabora su familia de vinos de villa Toxo y sus vinos de paraje.

Otero de Villadecanes (oficialmente), Otero de Toral (tradicionalmente) o, simplemente, Otero es una pequeña localidad próxima a la pared occidental de la hoya berciana, un pequeño pueblo de montaña cercano a esa “villa de Corullón” que Ricardo y Álvaro Palacios han hecho famosa en el mundo del vino. Y precisamente en las caras norte de Otero y Corullón es donde Olga Verde cultiva de manera ecológica 0,9 hectáreas de viñedo muy viejo, a las que se suma una hectárea más en la cercana Hornija que se encuentra aún en recuperación, sin producción de uva. Y es que, en este proyecto, la producción apenas tiene peso; lo que verdaderamente importa es que los vinos expresen la esencia de un viñedo de montaña mantenido durante décadas por centenares de viticultores anónimos, la esencia de un viñedo en zonas frescas que en añadas cálidas como esta que vivimos tiene muchas cosas que ofrecer.

Una cita con Olga Verde

Quedamos con Olga en Parandones, la última población de una llanura que desaparece vertiginosamente a medida que comenzamos a escalar hacia sus viñas en todoterreno por estrechos caminos que las zarzas intentan engullir. Nuestra primera parada será La Longueira, una viña ubicada en el paraje de Fontecalada con cuyas uvas se hace precisamente un vino de paraje, uno de esos crus con los que El Bierzo comienza a reivindicar terruños singulares.

Olga Verde: Viña La Longueira, en el paraje Fontecalada
Olga Verde en la viña del Cascallo
Olga Verde en el viñedo de Otero de Toral

Se trata de un viñedo muy viejo ubicado a unos 540 metros de altitud cuyas cepas, conducidas originalmente en vaso pero con un marco de plantación bastante ordenado (lo que no es siempre habitual en la zona), fueron ya hace tiempo convertidas a espaldera con un resultado un tanto desigual. Los suelos son francoarenosos, con abundantes cuarcitas que emergen hacia la superficie y caliza, especialmente en la loma de este paraje, donde Olga nos explica que hay restos de un antiguo calero.

Paseando por sus calles observamos que cada planta es un ser completamente diferente, no ya solo por la mezcla de castas, sino por las diferencias en su desarrollo, en su formación, en su poda, en la suerte que han corrido a lo largo de tantas décadas. A pesar de tratarse de un viñedo extremadamente viejo, no hay muchas faltas, aunque sí hay grandes diferencias de vigor entre las diferentes cepas, diferencias incluso de maduración, acrecentadas este año por la escasez de precipitaciones y lo elevado de las temperaturas durante el verano.

Por desgracia, como casi todas las viñas de la zona, La Longueira ha sido tratada sistemáticamente con herbicidas, sin los cuales quizás hace mucho tiempo habría sido abandonada (todo hay que decirlo), y a día de hoy sus suelos se encuentran tremendamente compactados y faltos de vida.

Olga Verde en la viña del Cascallo

–La viticultura de mi proyecto es ecológica, y recuperar estos suelos es muy difícil. No podemos pasar un motocultor porque hay muchas raíces en superficie, por lo que arar resulta muy complicado –nos confiesa Olga a la vez que nos explica que con la uva que recogieron aquí en 2021 salieron una barrica entera y tres damajuanas.

Seguimos el ascenso en el todoterreno viendo algunas viñas del proyecto hasta que llegamos al Cascallo, uno de tantos nombres que en berciano (o gallego) suena bastante mejor de lo que su significado lo hace en castellano. Quizás en el pasado alguien decidió referirse a esta zona como “escombro” por lo difícil que era trabajar sus suelos, por cómo las cuarcitas machacaban los filos de la azada y los nervios de quien la manejaba; quién sabe. Lo que sí sabemos desde este promontorio es que se trata de un lugar privilegiado si quieres vendimiar unas uvas de las que cuentan cosas, de las que te hablan de sus más de 600 metros de altitud, de su fuerte pendiente, de esa brisa que recorre las viñas e inmuniza las cepas contra las enfermedades de los hongos…

Olga Verde: Viña en Otero

–Esta viña es la que tiene más uva blanca y la que da vinos con mayor acidez –nos cuenta Olga, quien también nos comenta los problemas que tienen con los conejos y los jabalíes, fauna autóctona que este año de sequía lo tiene más difícil que nunca en El Bierzo y ve en el viñedo una de sus escasas fuentes de recursos.

Rumbo a la bodega de Olga Verde

Acabada la visita a la viña, nos dirigimos a la bodega donde Olga Verde elabora sus vinos, en la pequeña población de Otero de Villadecanes, una preciosa casa tradicional con gruesos muros de piedra y argamasa y tejado a dos aguas de pizarra, impecablemente restaurada.

Olga Verde: Su bodega en Otero de Toral
Olga Verde: sala de elaboración de su bodega en Otero de Toral

Nada más entrar nos encontramos la nave de elaboración, mientras que en el sótano se ubica la zona de crianza, donde cataremos los vinos del proyecto. Es, sin lugar a dudas, un lugar con encanto, de esos en los que algo te hace sonreír nada más franquear su puerta de madera sin que sepas por qué, sin que te lo plantees tan siquiera; un lugar destinado a hacer magia.

Cata de barricas de Toxo y Fontecalada

Tras acabar de recorrer el espacio, comenzamos con Toxo San Clemente 2021, un vino que atesora una preciosa historia. Durante años, Olga estuvo trabajando a jornada completa en Godelia, una importante bodega del Bierzo ubicada en Pieros, cerca de Cacabelos, de la que aún es la directora técnica. En aquella etapa, vivía en una pedanía de Cacabelos llamada San Clemente que cuenta únicamente con nueve habitantes. Se trata de una zona diferente a la que hemos visitado, más llana y boscosa, en la ribera del río Cúa y a la falda de los Ancares, a poco más de 500 metros de altitud; uno de esos lugares en los que la civilización establece fronteras tácitas, de las que no se encuentran en los mapas. En cuanto sus vecinos supieron del proyecto personal de Olga, les faltó tiempo para ofrecerle parte de su uva, por lo que Toxo San Clemente se elabora con uvas procedentes de las viñas de los nueve habitantes de la localidad.

Olga Verde: barricas en su bodega en Otero de Toral

Las uvas fermentaron sin raspón, con levaduras autóctonas y sin control de temperatura (dos constantes en los vinos del proyecto de Olga), y el vino se ha criado en cuatro barricas de 225 litros y un siemprelleno, un pequeño depósito de acero inoxidable cuya tapa se ajusta al nivel del contenido para minimizar la oxidación. Olga nos da a catar una de las barricas y encontramos un vino directo, delicioso, muy afinado; un vino que está pidiendo ya pasar a la botella, algo que la enóloga nos asegura que va a ocurrir en breve.

Catamos también una muestra del siemprelleno (empleado, en realidad, para rellenar las barricas y minimizar la oxidación, algo en lo que Olga es realmente obsesiva), y es fácil percibir la diferencia, la acción de los 10 meses que el vino lleva aproximadamente descansando en los dos recipientes: el vivo (el de madera) y el inerte (el de acero). El vino del depósito es más “verde”, está menos domado, y a pesar de ello, cuando el posgusto se diluye en la boca, deja sensaciones similares, ganas de repetir, de viajar gustativamente a San Clemente, a la falda de los montes Ancares, a la frontera tácita.

Olga Verde: cata de barricas en su bodega en Otero de Toral

A continuación es el turno de la nueva añada (la segunda) del “Toxo original”: Toxo Otero 2021. Se trata nuevamente de un varietal de Mencía (todos lo son, al menos hasta ahora) con entre un 6 y un 8 % de uva blanca que fermenta con un 30 % de raspón y se cría en siete barricas bordelesas.

Cuando lo catamos, encontramos un vino más frutal, menos ligero que el de San Clemente y menos terminado. Tiene, no obstante, esa formidable mezcla de autenticidad, de vino varietal, y personalidad, un cierto carácter que no resulta fácil de descifrar del todo, aromas minerales y recuerdos herbales para los que a veces nos faltan referentes.

Olga Verde: detalle de la sala de barricas de su bodega en Otero de Toral
Olga Verde: detalle de una barrica en su bodega de Otero de Toral

La última barrica que asaltamos es la única de la que nacerá Fontecalada 2021, un vino elaborado con las uvas del primer paraje que hemos visitado. Fermentado con un 30 % de raspón, es un vino más rústico, con mayor acidez, una extraordinaria carga de fruta roja y negra en su punto óptimo de madurez y una nota herbal muy característica que parece servir de hilo conductor de los diferentes vinos de la zona, de las diferentes elaboraciones de Olga Verde. 

Toxo Otero 2020 y Fontecalada 2020

Y si las barricas nos muestran los vinos que serán, nos muestran el futuro del proyecto… las botellas nos muestran los vinos que ya son, el presente que es a la vez pasado. Comenzamos con Toxo Otero 2020, el origen de todo, el primero en salir al mercado y el vino que, de alguna forma, inclinará balanzas y pulgares; ese salto al vacío del proyecto personal de Olga del que solamente se han elaborado 1.192 botellas. Para ser justos, ésta es la segunda vez que lo probamos. Lo catamos, primero, a principios de julio, recién etiquetado, y en poco más de un mes ha crecido en botella. Es una Mencía varietal y a la vez personal, elaborada con un 6 % de uva blanca y un 30 % de raspón; un vino con buena estructura pero sin que pese la madera; una Mencía que habla de sus suelos y de lo que crece alrededor, que habla de esquistos, que habla de caliza y de sotobosque.

Olga Verde: cata de los vinos Toxo Otero 2020 y Fontecalada 2020

Y la cata concluye con Fontecalada 2020, ya embotellado pero no etiquetado todavía; un vino fermentado con racimos enteros del que únicamente se han elaborado 342 botellas. Tras probarlo inmediatamente después del Toxo Otero 2020, nos damos cuenta de que necesita algo más de botella, pero, aun así, en ambos encontramos una elegancia, una complejidad amalgamada que los diferencia de las muestras catadas de 2021. Son vinos frutales, con una nota herbal que les aporta un toque de frescor; vinos que prometen crecer en la botella pero que se beben fácilmente, a pesar de que la cata tiene lugar en un cálido día de la mitad de agosto; vinos sin defectos, embajadores francos de un terruño único.

Vinos de villa y vinos de paraje

Y mientras catamos estos vinos de raza, su autora nos explica que la familia Toxo corresponde a los vinos de villa, que en la inminente vendimia de 2022 se ampliará con las uvas de Hornija. Por su parte, los vinos de paraje llevarán simplemente el nombre del paraje, como ocurre en Borgoña.

Olga Verde: damajuanas con vino del paraje Fontecalada

Olga nos habla de las etiquetas, de la “confabulación” de la ilustradora Pilar Alonso y del diseñador Pablo Guerrero, de Bacigalupe (la imprenta que ha hecho lo imposible por materializar este complicado hermanamiento de papel, fieltro y tinta), nos cuenta todo con una contagiosa mezcla de ilusión y positividad. Sus ojos se iluminan, se abren como platos, y una sonrisa se dibuja en su cara para desaparecer acto seguido mientras cierra los ojos como si inconscientemente tratara de frenar esa desbordante muestra de positividad.

Nos explica que el nombre ‘Toxo’ hace referencia a una típica planta de Galicia que solía usarse para todo, una “mala hierba” que tiene espinas y una flor delicada, que sale la primera de entre las cenizas de un incendio, que se usa como calificativo cariñosamente despectivo de los niños rabudos, con “carácter”.–A mí me lo llamaban de pequeña –se sincera Olga, mientras dos pequeños pliegues surgen en las comisuras de sus labios en una especie de sonrisa cómplice. Y mientras acabamos de “catar” sus vinos, charlamos del proyecto, del Bierzo y del enoturismo, que sigue siendo una de las asignaturas pendientes de esta región vinícola; charlamos de la vida, nos interesamos por la fulgurante carrera de esta enóloga a la que su juventud no le ha impedido atesorar una enorme experiencia y formación, bebemos y reímos pero, sobre todo, nos dejamos contagiar por la ilusión, contenida pero desbordante, de alguien cuyo proyecto personal da sus primeros pasos, y disfrutamos del enorme placer de poder compartir este momento.

Olga Verde: detalle de su bodega en Otero de Toral
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