Se presenta de manera espontánea, inesperada, y muchas veces pasa inadvertida. Ocurre una vez entre un millón de veces, o quizás diez, o cien, o incluso mil millones… Nadie lo sabe. La mutación es un simple capricho del azar, y ese capricho se manifestó hace poco más de 30 años en una viña de la localidad de Murillo de Río Leza, en La Rioja, cuando los racimos de una única vara de una cepa de Tempranillo (tinto) parecían no querer enverar, mientras el resto de uvas comenzaba a adoptar su característico color negro azulado.
Hoy esa mutación es una variedad de la que nacen vinos como Monte Real Tempranillo Blanco 2022, un monovarietal elaborado con uvas de vendimia manual procedentes de dos parcelas: Los Campillos, en Cenicero, y Camino Arenzana, en Tricio, ubicadas a 480 y 600 metros de altitud, respectivamente. Tras fermentar en depósitos de acero inoxidable con levaduras autóctonas seleccionadas de estos dos viñedos, el vino tiene un breve paso por barricas (tres meses) de roble francés y tostado ligero.
Cuando lo catamos, encontramos un vino de color amarillo limón en cuya nariz disfrutamos de flores blancas y fruta de hueso (melocotón), así como piel de naranja sobre un fondo de mantequilla y especias. Tras recrearnos en esa deliciosa amalgama de aromas de media intensidad, su boca nos recibe con una fabulosa acidez cítrica muy equilibrada, nos hace disfrutar con un trago de buena intensidad y soberbio equilibrio para despedirnos con un final vibrante, ligeramente amargo, que nos deja pensando en su buen volumen y en su destacable intensidad.
Es no sólo el producto de un pequeño milagro de la naturaleza, sino además un vino delicioso que ofrece mucho para lo que cuesta; un vino perfecto para disfrutar en cualquier ocasión o para celebrar ese momento único: San Valentín, el Día del Padre… o el día en que una vez entre un millón de veces los racimos de una única vara de una cepa de Tempranillo (tinto) parecía no querer enverar, mientras el resto de uvas comenzaba a adoptar su característico color negro azulado.
Vino | Alcohol | Producción | Precio (75 cl) |
Monte Real Tempranillo Blanco 2022 | 12,5 % | ~10.000 botellas de 75 cl | 16,50 euros |
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Monte Real Tempranillo Blanco 2022: A small miracle of nature to celebrate Valentine’s Day, Father’s Day or whatever comes to mind
It happens spontaneously, unexpectedly, and often goes unnoticed. It happens once in a million times, or maybe ten, or a hundred, or even once in a billion… Nobody knows. The mutation is a simple whim of chance, and that whim showed itself a little more than 30 years ago in a vineyard in the village of Murillo de Río Leza, in La Rioja, when the clusters from a single branch of a Tepranillo vine seemed not to want to ripen, while the rest of the grapes began to adopt their characteristic blue-black color.
Today that mutation is a variety from which wines such as Monte Real Tempranillo Blanco 2022 are born, a single varietal made with hand harvested grapes from two plots: Los Campillos, in Cenicero, and Camino Arenzana, in Tricio, located at 480 and 600meters of altitude, respectively. After fermenting in stainless steel tanks with native yeasts selected from these two vineyards, the wine spends a brief time (three months) in French oak barrels lightly toasted.
When we taste it, we find a lemon-yellow wine whose enjoyable nose offers white flowers and stone fruit (peach), as well as orange peel on a background of butter and spices. After recreating ourselves in that delicious amalgam of medium-intensity aromas, its palate welcomes us with a fabulous, very balanced citric acidity, making us enjoy a drink with a nice intensity and superb balance. Then the drink ends with a vibrant, slightly bitter finish that leaves us thinking about its good volume and its remarkable intensity.
It’s not only the product of a small miracle of nature, but also a delicious wine that offers a lot for what it costs; a perfect wine to enjoy on any occasion or to celebrate that unique moment: Valentine’s Day, Father’s Day… or the day when once in a million times the clusters from a single branch of a Tepranillo vine seemed not to want to ripen, while the rest of the grapes began to adopt their characteristic blue-black color.