En la historia de esta bodega hay una buena dosis de efecto mariposa, de esa teoría que postula que un pequeño cambio, una decisión, el aleteo de una mariposa, puede alterarlo todo con el paso del tiempo. Y es que si el joven enólogo César Márquez (sobrino del también enólogo Raúl Pérez) no hubiera viajado en la primavera de 2015 al Valle de Uco a hacer la vendimia con Gerardo Michelini y Andrea Mufatto, es poco probable que estos argentinos se hubiesen decantado por El Bierzo para elaborar su proyecto en el Viejo Mundo, un proyecto que inicialmente tiene por destino la Ribeira Sacra pero que las dotes celestinas de Raúl Pérez redirigen cuando Andrea y Gerardo llegan al Bierzo y se enamoran inmediatamente de Ozuela, de su valle cerrado, de su naturaleza y de su viñedo de montaña parcialmente olvidado. De ese flechazo surge una bodega compartida con el viticultor local Javier González.

Andrea y Gerardo llevan un tiempo vinculados al vino en Argentina, donde actualmente trabajan en varios proyectos: Zorzal (una bodega creada en torno a un viñedo de suelo calcáreo ubicado a 1.350 metros sobre el nivel del mar), SuperUco (tres micro-terruños en la cordillera de Los Andes), Gen del Alma (siete hectáreas consagradas a la elaboración de vinos frescos y originales) y Michelini i Mufatto, el proyecto más personal (o, más bien, el proyecto más “familiar”) de esta prolífica pareja cuyo hijo mayor, Manu Michelini, es también enólogo. A esto se suman un nuevo proyecto en Uruguay y su desembarco en el Viejo Continente, que les permite hacer dos vendimias por año: la de Argentina (más o menos en marzo) y la española (casi siempre en septiembre). Este año, no obstante, Manu ha cambiado durante unas semanas El Bierzo por Borgoña, y la bodega de la familia por el Domaine Simon Bize & Fils.

Pero, para ser justos, nuestra mariposa comienza a aletear muchos años atrás, quizá en diciembre de 2001, cuando Argentina quiebra y los Michelini deciden emigrar a Mallorca. Por aquel entonces, ni Gerardo ni Andrea se dedican al vino. El vino llegará en el año 2008, con la primera vendimia de Zorzal, y siete años más tarde los Michelini volverán a España, pero a un lugar completamente diferente.
Andrea Mufatto y Gerardo Michelini en El Bierzo
Así, después del Corralito, de Mallorca, de César Márquez y de Raúl Pérez, Andrea y Gerardo comienzan a adquirir unas pocas parcelas en El Bierzo y a arrendar otras tantas, juntando alrededor de 11 hectáreas (ocho alquiladas y tres en propiedad) y comprando uva a otros productores de la zona.

Pero el proyecto no sería posible sin la figura de Javier González. Javier es un viticultor de la zona que se encarga de llevar a cabo todo lo que ha urdido nuestra caprichosa mariposa. Y es que mientras los argentinos viven en El Bierzo durante cuatro meses, Javier está presente todo el año; es el viticultor que cuida del viñedo, es el bodeguero que vigila los vinos, hace los trasiegos, rellena las barricas… es el comercial que viaja de ciudad en ciudad, de feria en feria… es el anfitrión que muestra la bodega y el viñedo a los distribuidores o a Nos Vamos de Vinos… Y es el responsable de una de las líneas de vinos que hace la bodega: Capitán Beto y Mundo Zeppelling.

Capitán Beto es, probablemente, el vino más convencional de la bodega, un monovarietal de Mencía vieja con suelos de pizarra y cuarzo que fermenta en acero inoxidable y descansa unos meses en ánfora. Mundo Zeppelling son, en la actualidad, dos vinos diferentes: una Mencía que fermenta en cuba de castaño antes de pasar a barricas de roble y un Palomino con un pequeño aporte de Doña Blanca que fermenta parcialmente con pieles y envejece también en barricas de roble. Ambos son vinos de pueblo: el primero de Ozuela y el segundo de Toral de Merayo, donde está ubicada la bodega.
Michelini i Mufatto & González
La bodega es un protagonista más de este proyecto, como lo son Andrea, Gerardo, Manu y Javier, una planta baja de una antigua casa de muros de piedra que cuenta con dos salas. La de fermentación linda con la calle, mientras la de crianza queda semi-enterrada en una ladera. Una austera puerta de acero corten y una pequeña placa con el nombre de los bodegueros y la leyenda “desde 2015” son los dos detalles que delatan que no se trata de una casa más. En el interior no huele a cueva, a levadura, a vino; está bien ventilado. Lo primero que vemos es un depósito de acero inoxidable, la cuba de castaño y unas cuantas ánforas compartiendo espacio en la primera sala, mientras en la segunda manda la madera; cerca de 40 barricas, en su mayoría bordelesas, de roble francés, revisten las paredes en dos (y tres) alturas y rodean a un tonel reconvertido en mesa y a un foudre cuyo contenido es realmente especial. En vendimia no sobra el espacio, ya que se vinifica todo por parcelas, pero durante el resto de la temporada es más que suficiente para elaborar en torno a 24.000 botellas anuales.

La elaboración independiente de cada parcela es una de las claves del proyecto, y permite lanzar una línea de vinos realmente especial. A Merced del Bierzo Valdeviñas y A Merced del Bierzo El Canto son dos parcelarios de diferentes zonas (Molinaseca y San Lorenzo, respectivamente) que comparten metodología en su elaboración: variedades mezcladas, fermentación en ánfora, con racimos enteros, uvas pisadas, levaduras autóctonas, cuatro meses de ánfora, ocho de barrica y otro año al menos de descanso en botella. Son, de alguna forma, las propuestas de gama más alta y las más personales de Gerardo y Andrea.
No haremos un Godello por hacer un Godello. Si encontramos una parcela de Godello viejo que merezca la pena, no lo descartamos.
Andrea Mufatto
Y en el otro extremo se encontraría Plop! En el Camino… Acercándonos, un tinto fresco que debe su nombre a la combinación de la onomatopeya de un tebeo (Plop!) con la ubicación de la parcela de Magaz de Abajo de la que procede, al borde del Camino de Santiago. Este Plop! de Mencía y otras uvas tintas es la obra berciana de Manu Michelini, quien ya tiene otros Plop! en Argentina elaborados con Cabernet Franc, Malbec y Viognier. Basta hablar unos pocos minutos con el joven Manu para darse cuenta de su enorme talento, sus ganas de aprender y su humildad, y para imaginarse lo lejos que puede llegar en el mundo del vino.

Sí. Ya hemos hablado mucho del pasado; demasiado, quizás. Hablemos del futuro. El futuro se llama Encrucijada, La Muria y Rapolao, quizás. Encrucijada es el contenido del foudre del que hablábamos, y es, probablemente, el mejor Bierzo que se ha elaborado entre las paredes de esta bodega. Tiempo al tiempo.
El futuro son también los pequeños proyectos. Gerardo nos enseña con orgullo una ánfora repleta de uvas separadas del racimo grano a grano en el que va a ser su primer vino berciano 100 % natural, y Andrea nos confiesa que estuvieron dos días enteros “despalillando” uvas con sus manos.
–Y en el futuro –preguntamos– ¿nunca vais a probar con el Godello?
–No haremos un Godello por hacer un Godello. Si encontramos una parcela de Godello viejo que merezca la pena, no lo descartamos –nos responde Andrea.

Y es que en la bodega de Toral de Merayo, donde los mostos “crecen” bajo velo de flor y las ánforas reemplazan a las cubas de acero inoxidable, no tiene cabida lo convencional. Sus vinos son el fiel reflejo de las uvas, de las parcelas, de las añadas… son, de alguna forma, una fotografía de una viña en un momento dado, de una viña sana, de una viña podada con esmero, arada o desbrozada, podada en verde, vendimiada a mano, una viña en un valle solitario o al borde del Camino de Santiago, siempre llena de vida, de insectos y de esas mariposas cuyos aleteos dicen que, con el tiempo, pueden cambiarlo todo.
Pastas y cajas de vendimia en la puerta de la bodega. Tinaja con velo de flor. Cartel de la fachada de la bodega.