Son uvas olvidadas, variedades en riesgo de extinción que han desaparecido (o casi) del viñedo castellanomanchego. La filoxera, el arranque de viñas, el abandono, las modas y la tendencia a usar variedades de mayor rendimiento han hecho que Bruñal, Moravia Agria, Mizancho, Garnacha Gris, Garnacha Blanca, Garnacha Peluda, Graciano y Rufete sean nombres que hoy nos choca encontrar en las etiquetas de un vino de Toledo. Es más, de todas ellas, solo la Graciano forma parte del elenco de catorce uvas admitidas por la D. O. Méntrida, la mitad de las cuales son variedades internaciones.

Así que, entre 2014 y 2015, en Arrayán se pusieron manos a la obra e injertaron, con estas variedades olvidadas, una hectárea de cepas de Merlot plantadas en 1999 con el fin de obtener las uvas necesarias para elaborar, al menos, una barrica de cada una de ellas. Los vinos resultantes se etiquetan con el nombre de la finca en la que se encuentran tanto el viñedo como la bodega y con el dibujo de las hojas de estas variedades olvidadas.

La Verdosa Mizancho 2018
La Verdosa Mizancho 2018 es un monovarietal de uvas de vendimia manual y cultivo ecológico procedentes de cepas plantadas sobre suelos arenosos, a una altitud media de 500 metros. Tras refrigerarse hasta los cuatro grados, las uvas son pisadas sin despalillar en pequeños depósitos, maceran en frío durante dos días, se prensan, y el mosto resultante fermenta con levaduras propias y de forma espontánea en barricas de formato grande, en las que hará una posterior crianza.

De un color poco intenso, su nariz es muy limpia y algo tímida, con notas de madera, humo y vainilla. La boca es peculiar, es claramente fresca, muy viva, con acidez punzante, notas mentoladas, mantequilla y un cuerpo graso pero no pesado.
La Verdosa Moravia 2018
Por su parte, La Verdosa Moravia 2018 es un monovarietal de uvas de Moravia Agria procedentes de ese mismo viñedo, vendimiadas a mano, refrigeradas hasta cuatro grados. El 70 % de la uva se despalilló y se encubó directamente, mientras que el 30 % restante se pisó con racimos enteros. Tras la fermentación, con levaduras autóctonas, el vino fue trasegado a barricas de roble francés.

En copa muestra un color cereza de poca intensidad. Su nariz nos recuerda al palote de fresa (fresas frescas), y también encontramos algo de madera y notas de humo. En boca es un vino muy fresco, pero sin la acidez punzante de los vinos atlánticos, ligero, vertical, con un toque anisado, una leve astringencia, casi terrosa, y un posgusto amargo, todo ello sobre una base tánica pero nada molesta.
En conclusión: son vinos agradables de beber, frescos, originales y bien estructurados, que puedes encontrar en la web de de-scorche y en su caja mensual de-box.