Noelia te contagia con su energía, con su vitalidad. Nada más conocerla tienes claro que todo lo que haga va a llevar impreso ese optimismo capaz de derribar cualquier barrera, y, por supuesto, sus vinos no escapan a ese halo de energía. Nosotros conocimos a Noelia de Paz, en realidad, hace un par de años cuando presentaba en Madrid los vinos de LaOsa, su proyecto personal en la D. O. León, un proyecto que ahora, con su nueva bodega ubicada en Ardón, da un paso de gigante recuperando una de las cuevas en las que antiguamente se elaboraba y se criaba vino en una región cuya tradición vitivinícola se sostiene con apenas una treintena de bodegas elaboradoras y un puñado de cooperativas.

La cueva de LaOsa está excavada en una ladera, con una pequeña parte edificada, a la entrada, y un práctico porche. Nada hace pensar que cuando franqueas su portalón y accedes a una pequeña pero diáfana zona de elaboración vas a dar a un auténtico mundo subterráneo, un pasillo de noventa metros de longitud en el que se suceden las estancias mientras nos adentramos en la tierra.

Noelia nos explica que esta bodega estuvo elaborando vino entre 1940 y 1980, graneles en su mayoría e incluso algunos vinos que llegaron a tener un premio en Burdeos, según le consta por el testimonio de los más veteranos del lugar. Posteriormente fue rehabilitada como restaurante, un destino típico de estas construcciones en otros pueblos como en el vecino Valdevimbre, y finalmente, de alguna forma, ha acabado volviendo a sus orígenes, convertida en la cueva de LaOsa, en un lugar que 40 años después volverá a recibir una vendimia.
Los orígenes de LaOsa
Pero aunque la vendimia de 2020 va a llevarse a cabo por primera vez en la “nueva” bodega, el proyecto de LaOsa empieza, en realidad, en 2015 cuando Noelia, tras haber trabajado en un par de bodegas de la zona, decide comenzar a elaborar su vino comprando uva a varios productores. “Por el momento, no me planteo tener viñedo propio –nos comenta Noelia–. Es fácil comprar uva de calidad en esta zona, y mi prioridad era tener mi propia bodega”.

En la actualidad, LaOsa produce 16.000 botellas en un año, de las cuales exporta un 60 %, que se distribuye fundamentalmente en EE.UU., y más recientemente también en Canadá. Este año se ha parado todo, pero a pesar de ello Noelia es positiva y pretende mantener su ritmo para 2020 y seguir creciendo en el futuro.
Aparte de sus vinos de León, en su catálogo encontramos también elaboraciones en El Bierzo y en Rías Baixas. Y de la misma forma que Raúl Pérez y Rodrigo Méndez, respectivamente, le han abierto las puertas de sus bodegas en estas dos regiones, la idea de Noelia es poder acoger en su bodega a gente que esté empezando y quiera poner en marcha su proyecto o a elaboradores de otras zonas.

Y es que mientras recorremos la cueva nos damos cuenta de su gran potencial. Su pasillo principal es ancho, con paredes extrañamente regulares y un piso solado con esmero que permite trasladar barricas o pequeños depósitos con la simple ayuda de una tanspaleta. La restauración es impecable; hay servicios, cocina, una buena instalación eléctrica y una iluminación con tiras led que, alumbrando tenuemente desde el propio suelo, remarca la particular arquitectura de la cueva y mantiene esa atmósfera íntima que corresponde a un lugar en el que el vino duerme.

Noelia nos comenta que lo más incómodo es tener que barrer constantemente, ya que las paredes de “caleño” (arena y cal) sueltan arena constantemente. Hay también estancias en las que las paredes han sido reforzadas con una capa de hormigón proyectado, y otras en las que se conservan a modo de tabiques algunas secciones de los depósitos de hormigón que tradicionalmente se empleaban para fermentar y almacenar el vino.

En la actualidad, toda la elaboración está previsto hacerla en la zona de acceso a la bodega, que además no es tan fría, mientras que la zona de crianza y el botellero encuentran un lugar perfecto “en las profundidades”, donde la gran cantidad de espacio disponible permite separar las barricas de blancos de las de los tintos, evitar apilarlas y disponer de espacios de almacenamiento, de una pequeña tienda e incluso una coqueta sala en la que Noelia nos confiesa que está pensando en colocar una chimenea para hacerla más acogedora. Desde luego, se trata de una de las bodegas más hermosas que hemos conocido, y su potencial enoturístico resulta incuestionable.
La viña de Gerardo
Después de visitar la cueva de LaOsa tanto por fuera como en su superficie, donde comprobamos cómo una sucesión de chimeneas proporciona la necesaria ventilación y algo de iluminación, visitamos parte del viñedo de la zona, y nos detenemos en la viña de Gerardo, en el Pago del Otero, una de las pocas viñas viejas que han sobrevivido en la región del Páramo Leonés a la concentración parcelaria y que se presenta a nuestra vista como un anárquico mar de cepas rastreras de Prieto Picudo, un paisaje único de una enorme belleza que trastoca algunos de los cimientos de la viticultura que hasta ahora conocíamos.
Los cielos de esta zona son únicos. Es como si estuvieran muy bajos y casi pudieras tocarlos”
Noelia de Paz

La viña de Gerardo la forman casi dos hectáreas de suelos arcillosos con cantos rodados, plantadas con hileras de cepas de entre 100 y 120 años justo después de que la filoxera asolara la zona. La exigencia de los suelos pobres y la escasez de lluvia propician que los brazos se desarrollen justo a ras de suelo (para evitar que el tronco reste vigor a la planta) y que muchos racimos arrastren por el propio suelo sin que se estropeen. De hecho, a pesar de cultivarse con criterios estrictamente orgánicos, la salud de las plantas, su vigor, la concentración de los racimos y el enorme despliegue foliar de estas extrañas plantas resultan impactantes. Pasear entre estas vigorosas cepas que apenas levantan 20 o 30 centímetros del suelo es como pasear sobre la superficie de un planeta lejano.

Gerardo, tan peculiar como sus propias cepas, es el viticultor que cuida de este escaso tesoro de la naturaleza, de unas cepas de Prieto Picudo que contribuirán a dar vida a los vinos de Noelia y que están salpicadas con otras variedades como la Mencía o el Verdejillo. Escondidos por una exuberante capa de hojas tersas, los racimos de Prieto Picudo nos muestran una gran concentración de bayas pequeñas y muy prietas, que parecen querer salirse disparadas del racimo y que en los días de nuestra visita se encuentran completando el envero. Gerardo nos comenta que a veces el racimo está tan apretado que algunas uvas se desgajan solas. Las uvas son pequeñas pero muy abundantes, con pepitas grandes y una piel dura y fina, y, lo más importante, consiguen madurar en este entorno árido de clima extremo en el que algunas otras variedades como la Tempranillo no consiguen hacerlo.
Cata de los vinos de LaOsa
De vuelta a la bodega y con los ojos aún abiertos como platos, volvemos a “la osera”, en cuyo patio Noelia nos invita a conocer algunas de sus elaboraciones. Comenzamos por Trasto Rosado 2019, un monovarietal de Prieto Picudo goloso pero fresco, con muy buena acidez; un vino estructurado, fácil y expresivo.

Trasto Albarín 2018 es un blanco más serio de lo que su etiqueta puede sugerir. Empieza a fermentar en cubas de acero inoxidable y termina en barricas usadas de 400 y 500 litros con cámara de aire para fomentar la creación de velo. Tras una estancia de cinco meses en las barricas, vuelve al depósito para clarificarse, se filtra y se embotella.
Habíamos probado ya la añada de 2016, y en este 2018 volvemos a encontrar un blanco interesante, gastronómico, de buena intensidad, con la acidez perfecta, aromas a manzana verde, hierba fresca, campo y con las lías justas.

Y tras él, Noelia nos invita a probar en rama el que será su Trasto Albarín 2019. Aunque su acidez es superior, es también un vino aún más intenso, y en ningún momento nos parece que esté sin terminar. La madera, sin duda, hace un gran trabajo con la uva Albarín, que en este caso muestra unas notas de hinojo que no habíamos encontrado en añadas anteriores.
Antes de volver a la Prieto Picudo, Noelia nos ofrece catar uno de los vinos que elabora en El Bierzo. El Mismo Mencía 2018 es un vino joven de viñedo viejo. No lleva raspón y fermenta en acero. Es pura fruta fresca, muy sedoso en boca y con un final lácteo. Se trata en realidad de una petición de los distribuidores, que querían un “hermano pequeño”, sin madera, de Pardo, su Mencía más seria.
Trasto Prieto Picudo 2018 muestra un color cereza realmente atractivo, y en nariz nos sorprende con caramelo, pimiento verde, especias y violetas. Su boca es fresca, con taninos marcados pero suaves. Es uno de esos vinos tan versátiles que sirven tanto para chateo como para acompañar cualquier comida; impecable, discreto, pero con una buena personalidad. Ya habíamos probado su 2016 en aquella cata en la que conocimos a Noelia. Y esta nueva añada la encontramos incluso más redonda.
Para completar la gama de los Trastos probamos además el 2019 del depósito, un vino que aún está clarificándose y que nos da muy buenas sensaciones; desbordante de fruta y con toques silvestres, muestra una boca fina, sedosa, una acidez fantástica y una maloláctica que domina el posgusto.

Un último Trasto se cuela en nuestra cata: Trasto Finca El Barranco 2015, un vino parcelario con ocho meses de crianza en barricas usadas de roble francés en cuya elaboración se usa un 20 % de raspón. Es claramente diferente a los Trastos normales, con mucha fruta, violetas, una boca sedosa y el tanino presente pero bien domado; muy probablemente el más interesante de los Trastos.
Y a continuación volvemos a saltar al Bierzo. Pardo 2016 se elabora en foudre con uva Mencía de cepas centenarias, parcialmente sin despalillar y sin control de temperatura, y envejece 18 meses en madera usada. Muy fresco, frutal y con un marcado carácter varietal, entra en boca con mucha suavidad y va subiendo tanto en acidez como en intensidad para acabar con toques licorosos; una versión muy seria y gastronómica de un vino que no esconde la mano de Raúl Pérez, con quien lo elabora.

Grizzly 2015 es, teóricamente, el último vino de la cata; la versión más seria de la Prieto Picudo de Noelia y, por tanto, una de las elaboraciones más interesantes que puedes encontrar con esta uva. Después de 24 meses de crianza en barricas usadas, su nariz es más tímida, y la fruta se mezcla con toques de laca. Pero en este vino la parte gustativa es mucho más interesante que la fase olfativa. Complejo, equilibrado, amalgamado, nos ofrece un trago largo y ancho con sensaciones de fruta más madura. Es gastronómico, pero también se bebe con facilidad sin que la comida esté presente, algo que habíamos podido comprobar hace ya tiempo con su anterior añada.
Y, finalmente, un décimo vino se hace un hueco en la cata. No tiene nombre, aunque su “título de trabajo” es El Rebusco 2019, nombre tradicional del vino de la zona elaborado con las uvas que, por ser de diferentes variedades (algunas de ellas blancas), quedaron en la viña sin vendimiar. Catamos el rebusco en rama y encontramos un olor a campo fresco y a fruta madura, una boca un tanto licorosa, una acidez muy buena y un montón de fruta.

Noelia nos confiesa que aún no tiene claro qué va a hacer con él. Pero a nosotros esta conexión directa con la tradición que es a la vez el vino más punky de LaOsa nos parece un final perfecto para una mañana inolvidable en la que hemos conocido el renacer de una bodega histórica, un proyecto que aporta un gran valor a una región vinícola con mucho que ofrecer y, sobre todo, hemos disfrutado de la compañía de Noelia de Paz, una persona que te contagia con su vitalidad, con su optimismo; un auténtico torrente de energía capaz de derribar cualquier barrera.
Cepas rastreras plantadas poco después de la llegada de la filoxera al Páramo Leonés. Gerardo nos explica las particularidades de su viña, que cultiva de manera orgánica. Parte de sus uvas se empleará en algunos de los vinos de LaOsa. Las chimeneas proporcionan ventilación a las cuevas. Noelia ha aumentado su capacidad y ha colocado cristales para mejorar la iluminación natural. Parte de los antiguos depósitos de hormigón se emplea ahora como tabiques para separar estancias.