Imagínate que alguien llama a tu puerta. Son dos chicos del pueblo, de Gordoncillo, que han vuelto ya de la universidad y te plantean que les des tu majuelo, las tierras que heredaste de tus antepasados, y que te conviertas en uno de los 101 accionistas de una bodega que pretenden hacer.
Esto ocurría hace 28 años, y hoy esa bodega es Gordonzello, una sociedad anónima que factura un millón de botellas anuales, lo que hace que estemos hablando de la bodega de mayor volumen de la D. O. León. Pero mucho más importante que su volumen o su peso en la D. O. es que Gordonzello tiene 25 empleados fijos en plantilla, de los cuales 15 se dedican exclusivamente a cuidar el viñedo, lo que hace de esta empresa todo un ejemplo de éxito a la hora de frenar el éxodo rural.
Gordonzello, 25 años creciendo en el sur de León
Coincidiendo con el vigésimo quinto aniversario de la bodega, decidimos poner rumbo al sureste de la provincia de León para conocer de cerca este proyecto, esta alternativa al modelo cooperativista en la que el viñedo está agrupado en torno a dos grandes parcelas próximas al edificio principal, una construcción nacida en 2002 que ha ido creciendo de forma modular hasta alcanzar su actual aspecto.
Tras hacer noche en León (y aprovechar para catar varios de los vinos de la zona), llegamos a la bodega atravesando campos de cereal y girasoles mientras surcamos rectas infinitas en la mañana de un día plomizo. Cuesta imaginar que estemos en una área vinícola hasta que enfilamos la LE-8603, la carretera que lleva a Gordoncillo y que deja en el margen derecho una de las dos grandes parcelas en que se divide el viñedo de la bodega, cuyo responsable comercial, Toño Morán, será nuestro anfitrión.
El viñedo de Gordonzello
Toño nos explica que el viñedo está plantado en dos grandes áreas en las que se concentran 550 pequeñas parcelas aportadas por los socios. En total son 205 hectáreas de secano plantadas entre 1996 y 1998 en espaldera (las primeras que hubo en la provincia), y hay 100 hectáreas libres que serán plantadas cuando se consigan los derechos. La variedad estrella es la Prieto Picudo, junto con la Albarín, pero en el viñedo hay también parcelas de Mencía, Verdejo y Tempranillo. Además, frente a la bodega se encuentra el “museo de variedades”, una parcela en la que se han plantado unas 110 castas diferentes.
De los 1,6 millones de kilos anuales recogidos –nos explica Toño– 1,3 se procesan en la propia bodega, que elabora tanto vinos amparados por la D. O. León como otros de la I. G. P. Vino de la Tierra de Castilla y León. El resto de la uva se vende, y el millón de botellas producido se comercializa casi enteramente en España (el 98 % de la producción), en especial en León y en la vecina Asturias, que representan un 50 % de las ventas.
Toño reconoce que la exportación sigue siendo una de las asignaturas pendientes de la bodega, pero están en vías de solucionarlo, puesto que recientemente han contratado un comercial centrado en el negocio de la exportación.
Paseando entre las amplias calles del viñedo observamos que se trata de unas cepas muy bien trabajadas, en cuyo laboreo se han echado abundantes horas para tener una materia prima de buena calidad con la que trabajar. Los suelos son de arcilla con gran abundancia de cantos rodados, y en sus calles hay restos de sarmientos en descomposición, de materia foliar procedente de un deshoje realizado hace no mucho tiempo e incluso de racimos cortados en algún aclareo. Las hojas están sanas, los racimos muestran una elevada tasa de cuajado, y todo hace pensar que 2020 puede dar una buena cosecha.
Las espalderas permiten mecanizar toda la vendimia, lo que hace innecesario contratar personal adicional. De hecho, Toño nos explica que en la bodega cuentan con nada menos que tres vendimiadoras y con un mecánico en plantilla, por lo que además de hacer su propia vendimia, suelen vendimiar viñedos de terceros.
La bodega de Gordonzello
Una amplia entrada da acceso al edificio principal de la bodega, que se estructura en torno a cuatro naves anexas que han ido surgiendo paulatinamente en estos últimos 18 años. No es una de esas excentricidades megalómanas en las que el arquitecto da más peso a la forma que a la función, pero tampoco es una simple caja de hormigón sin personalidad.
Hablamos de algo más de 5.000 metros cuadrados construidos sobre una parcela de 47.000, unas instalaciones funcionales que se articulan mayoritariamente en torno a la planta de la calle. Hay también un segundo piso con una amplia sala multi-usos para hacer formaciones o cualquier evento, y una sencilla torre de cristal que da acceso a un pequeño mirador y que, junto con los paneles móviles de acero corten que forman la palabra ‘Gordonzello’, es probablemente la única vanidad arquitectónica de uno de los escasos edificios que vamos a encontrar fuera del núcleo urbano.
Dentro, los espacios son amplios. La nave de elaboración cuenta con una enorme zona diáfana a la entrada, perfecta para recibir y procesar la uva, cuya mayor parte llega despalillada en las vendimiadoras. Hay numerosos tanques de fermentación con camisas de frío, grandes depósitos para el ensamblado, cómodas pasarelas sobre todos ellos, y dos prensas neumáticas de 150 hectolitros cada una.
En una sala anexa, jaulones botelleros y barricas comparten el espacio. La inmensa mayoría del vino que se elabora aquí no pasa por madera, por lo que no cabe esperar encontrar un enorme parque de barricas. Casi todas son bordelesas, de 225 litros, aunque hay también algunas de 500 litros, que se emplean para la crianza tanto de Kyra como de Peregrino 1.100, el vino más exclusivo de la casa.
Lo más sorprendente es que entre las barricas hay roble francés, americano, hay roble húngaro y hasta roble español, de tonelerías muy variadas: Tonnellerie Bordelaise, Seguin Moreau, Baron, Demptos, Nadalie, Vicard, Doreau, Dargaud & Jaegle, junto a las españolas Quercus, Intona, Victoria y Tonelería Burgos.
Cata de vinos en la bodega Gordonzello
Tras pasar un instante por la embotelladora (que dispone incluso de un robot para encajar botellas y “paletizarlas”) y cambiar dos palabras con Sergio Paniagua, el joven enólogo de la bodega, Toño nos invita a catar alguno de los vinos de Gordonzello que aún no hemos probado.
Comenzamos con Kyra 2016. Encontramos un vino que es claramente más complejo que el 2017 que ya hemos catado, lo que augura una buena evolución en botella a la actual añada. A la vista es mucho más dorado, y en nariz encontramos mucha más madera, con aromas ahumados más presentes que en 2017, pero sin embargo su boca es muy frutal, con recuerdos a pera y un amargor riquísimo.
La Costana Edición Especial 25 Aniversario es el siguiente vino de la cata, un monovarietal de Prieto Picudo elaborado con vendimia manual que envejece durante 12 meses en barricas de roble francés (50 %) y americano (50 %) y del cual se han hecho solamente 2020 botellas. Es un tinto complejo, que va a agradecer algo más de tiempo en la botella. Tiene la madera muy marcada, una gran acidez, toques balsámicos, notas de mantequilla, palomitas, un final muy lácteo y un tanino suave pero muy presente.
Para finalizar, degustamos Mil 100 Peregrino 2011. Es el vino top de la bodega, y su nombre hace honor al aniversario de la fundación del Reino de León, que se produjo en el año 910. Así, la primera añada que se elaboró fue 2008 (con el fin de tener el vino listo en 2010), si bien nosotros vamos a catar un 2011.
Se trata nuevamente de un monovarietal de la uva estrella, la Prieto Picudo, que en este caso ha descansado nada menos que 16 meses en barricas de 500 litros. Estamos ante un vino con un ribete teja y nariz licorosa, aromas a tabaco, café y fruta madura. Es complejo, profundo, y en la boca se repiten las notas de café, con un recuerdo a caramelo y un posgusto intenso y delicioso. La botella que abrimos estaba para bebérsela ya. El corcho había llegado a su límite de estanqueidad, y eso explicaría ese halo teja tan característico de la oxidación.
En cualquier caso, dejamos la bodega con un sabor de boca realmente agradable, no solo por el vino sino por comprobar cómo la unión de un pueblo capaz de juntar todos sus recursos y remar en la misma dirección puede traducirse en un proyecto rentable capaz de crear valor y fijar población en una tierra que no lo tiene fácil pero que, con proyectos como este, tiene un gran futuro por delante.