A los pies del Camino de Santiago, las cepas de la Fuente de San Lázaro llevan 115 años contemplando el paso de los peregrinos, mecidas por una suave brisa que parece querer dar un pequeño alivio a quienes alcanzan Villafranca del Bierzo. Pero hoy no hay peregrinos. Hoy estamos a solas en la viña junto a Nacho León, el creador de Demencia de Autor.
Con la ayuda de su compañero Bruno Arias, Nacho trabaja cuatro hectáreas de viñedo ecológico ubicadas en distintas parcelas entre Villafranca y Valtuille de Abajo; tres y media son en propiedad, y la otra media está cedida por el banco de tierras. El cielo está plomizo, cubierto de esas nubes fanfarronas que amenazan lluvia pero que no descargan y tampoco consiguen apagar los colores del viñedo. Y en este paraíso de vides salpicado por árboles frutales, Nacho nos explica que “el paraje en el que nos encontramos se llama Los Caños según el Catastro, aunque en la zonificación de la denominación de origen aparece como Fuente de San Lázaro, que al parecer es el nombre por el que se conoce entre los de la zona. Es una ladera de exposición sur, cuya cota más alta se sitúa a unos 600 metros, por lo que es la parcela más alta de las que trabajamos”.

Los Caños o la Fuente de San Lázaro son 1,9 hectáreas de cepas plantadas en el año 1905 sobre un suelo franco. Aunque la mayor parte es Mencía, hay otras variedades, algo habitual en las viñas bercianas. También es natural en un viñedo tan viejo como éste que haya algunas faltas y, de hecho, recientemente se ha hecho una repoblación por selección masal: con material genético de varios individuos elegidos de esta misma viña.
Los vinos de Demencia de Autor
“El proyecto comienza en 2006, cuando compro una viña, la cuido y, llegado el momento de vender la uva, decido que prefiero hacer un vino”, nos comenta Nacho. Demencia es la primera marca que aparece, un varietal de Mencía (de ahí el nombre) concebido como vino de guarda, de mucha calidad, con un corte más clásico de lo que su etiqueta puede sugerir.

Quizá en la cúspide (por precio sí lo está) o quizá no, quién sabe, Demencia Villegas nace en 2010 o, para ser exactos, tres años más tarde, cuando las primeras de sus solamente 704 botellas dejan la bodega. En aquella vendimia, se decide separar la uva de Las Villegas, el famoso paraje de Valtuille de Abajo, del resto de Demencia. En el fondo, no es más que una vuelta a los orígenes, al paraje en el que Nacho comenzó su locura vinícola cuatro años atrás, parcelas de orientación noroeste, cepas extremadamente viejas, suelos pobres, parcialmente arenosos, rendimientos muy bajos… De hecho, en general, la media del viñedo de Demencia no llega a alcanzar un kilo por planta.

Nacho nos explica que Pyjama fue, de alguna forma, fruto de una añada complicada, 2011, en la que prefirió no elaborar Demencia (y tampoco Villegas), sino un vino más joven. Pyjama es además un vino de mayor producción, en el que a la uva propia se suma uva de viticultores de otras zonas del Bierzo que cuentan con viñedos de mucha calidad.
Durante la vendimia se pasa hasta cuatro veces por las viñas para vendimiar cada variedad según su estado de madurez.
Cachicán es la tercera marca de la casa; un vino mucho más irreverente, que mezcla variedades tintas con algunas blancas, vinificadas todas a la vez. Nacido en 2013, en el año en que Bruno se incorpora al proyecto, Cachicán se elabora, casi siempre, en barrica abierta, aunque es un vino menos constreñido por normas y recetas. De hecho, en 2014 se vinificaron dos barricas, una abierta y la otra cerrada, mientras que en el año 2015 a esas dos barricas se sumó el Go Fermentor, un recipiente que hace bazuqueos por presión y que controla la temperatura de fermentación automáticamente.

Y es precisamente en la añada 2015 cuando surge Pyjama Godello, un blanco varietal que persigue lograr esas característicos que todos apreciamos en los Godellos de la vecina Valdeorras con la rusticidad inherente a los vinos del Bierzo.
El último en llegar es Demencia Godello. Nacido en la vendimia de 2017 (al igual que Demencia GT, del que hablaremos un poco más abajo), al año siguiente aumentó su crianza, y en 2019 Nacho no oculta su satisfacción cuando nos habla de él y, especialmente, cuando pincha con el Coravin una de las primeras botellas y nos lo da a probar.

Pero antes de que llegue ese momento, hemos paseado por las viñas, hemos aprendido lo difícil que está siendo la añada 2020, con abundantes lluvias, posterior calor, la amenaza del mildiu… En años como este, el viñedo ecológico requiere una atención casi diaria, y Nacho no concibe otra metodología que no sea la de la menor intervención posible tanto en el viñedo como en la bodega.
La bodega de Demencia
Tras hacer un alto en el mirador de Otero, nos dirigimos finalmente a la nave en la que se elaboran los Demencia. Nacho nos insiste en que no esperemos nada glamuroso, casi disculpándose, con un gesto entre tímido y apesadumbrado. Le explicamos que no esperamos nada, que sabemos que el vino se elabora en la viña, pero no parece 100 % convencido.

La bodega se encuentra en un polígono, en Toral de los Vados, “disfrazada” como una nave industrial cualquiera en la que tan solo una discreta placa troquelada de acero corten nos da una pista de qué puede haber dentro.
Accedemos por la pequeña puerta incrustada en el portalón de chapa corrugada, y esperamos a que las lámparas de vapor de mercurio comiencen a borrar las sombras de la estancia y nos descubran una amplia sala de techos elevados en la que los pequeños depósitos de acero inoxidable se sitúan en la zona central, separados entre sí y de las paredes; una disposición muy poco habitual. La bodega, en la actualidad, puede elaborar 15.000 litros, aunque la nave es diáfana y podría albergar muchos más depósitos y de mayor tamaño. A un lado encontramos cajas precintadas con botellas que esperan conocer cuál será su destino: Bélgica, Países Bajos, Alemania, Austria, Irlanda Gran Bretaña… o quizá su destino se encuentre en ultramar, en EE.UU. o incluso en Canadá.

Junto a la pared del fondo, la despalilladora, bombas de trasiego y pequeños depósitos de acero inoxidable esperan, en impecable estado de revista, el momento de volver a ser útiles. Nos llama la atención que solamente una de las cubas de fermentación dispone de camisa de frío, pero ni siquiera hay una instalación que canalice el agua.
Demencia se vinifica en depósitos de acero inoxidable de 1.500 litros, mientras que para Pyjama se emplean cubas de 2.500 litros.
Nacho nos explica que lo único que faltan son las cajas para la vendimia, ya que todavía no han vuelto de Soria, donde elabora su vino Taruguín junto a Julio Romera, su amigo de la infancia. Pero ya habrá tiempo para hablar de la relación de Nacho con el Tempranillo. Hoy nos toca hablar tan solo de Mencía, Godello, Garnacha Tintorera y de Estaladiña.
Cata de los vinos de Demencia de Autor
No nos detenemos demasiado tiempo en la zona de elaboración. Sí que nos explica algunas claves para entender sus vinos: “Nunca sulfito al recibir la uva, no la dejo macerando en frío, casi siempre va algo de raspón, aunque los 2019 llevan muy poco. De hecho, se despalilló pero no se estrujó. En solo cinco días, el mosto suele estar ya fermentado. Hago bazuqueos pero no remontados, lo sangro y lo pasa a barrica muy sucio y sin importar que a veces acabe la fermentación en líquido”. Allí, en la madera, hará obviamente también la maloláctica por su propia cuenta, sin que existan controles de temperatura en ninguna parte del proceso.

Nacho nos invita pronto a pasar a la zona de crianza, una sala anexa de la nave con techos bajos en la que conviven jaulones botelleros con una treintena de barricas; barricas de nivel, firmadas por tonelerías como Adour, Demptos, Cadus, Baron, François Freres… junto a otras menos conocidas por nosotros como Nadalie o la austriaca Fassbinderei Stockinger. Todo es roble francés (menos una barrica de roble americano), formato bordelés, tostados medios y diversos usos, siempre con las tapas rotuladas en tiza con información sobre el paraje y fecha de trasiego.
Y allí, alrededor de una pequeña mesa vestida con un mantel negro, vamos a dejarnos seducir por las nuevas añadas, por los vinos que son y por los que serán. “No sé qué voy a daros a probar –reconoce Nacho–, aunque sí tengo claro por dónde vamos a empezar.”

Nacho pincha una botella con el Coravin. Es Demencia Godello 2019, una de las primeras de solamente 466 botellas que abandonan la tranquilidad del botellero en el que han descansado estos últimos meses y, de alguna forma, el final de un camino emprendido cuando comenzó a ensayar con los blancos allá por 2013. Es de uva propia, prensado y desfangado natural, fermentado espontáneamente sin control de temperatura (Nacho nos confiesa que la fermentación le tardó en arrancar), bajo una leve capa de velo de flor, criado cuatro meses en barrica (50 %) y en depósito (50 %), clarificado mediante bentonita y embotellado. Para nosotros, es un vino redondo, aromático, limpio, intenso, equilibrado, largo e indiscutiblemente mineral; un vinazo que nos dejó con los ojos abiertos como platos.

A continuación, quizá animado por la positiva reacción que mostramos ante su Godello, Nacho aparcó el Coravin, esgrimió la pipeta y comenzó a dudar, mirando sus barricas. “Vamos a catar algunas cosas de las que tengo ganas de probar” –confesó. Siempre es un halago que el vinicultor te permita degustar las piezas de los rompecabezas que serán sus vinos, aunque en este caso, más que una pieza, es un arte final, una única pieza o una pieza única, más bien: el futuro Demencia GT 2019. Ya nos había gustado su monovarietal de Garnacha Tintorera cuando lo probamos en el FED (un 2017), pero éste había dado un paso hacia adelante: muy expresivo, muy poco astringente, casi casi para beber ya, algo sorprendente tratándose de la Alicante, con tanto potencial pero tan difícil de domar. Y a partir de ahora, solo debería mejorar…
“Es verdad que está muy expresivo –nos reconoció–. Debe de ser porque lo he trasegado hace muy poco. Normalmente, hago dos trasiegos a los vinos que se crían en barrica.”

A continuación catamos algo realmente especial, una barrica de Estaladiña de 2019, igualmente expresiva, deliciosa, sápida, con notas de cacao en el posgusto. Nacho nos confiesa que es muy probable que esa barrica no se llegue a vender. Es una prueba, una parte más de ese aprendizaje al que su mente inquieta le conduce recurrentemente.
Cachicán es un vino natural que sale como vino de mesa. Solo se le añade una pequeña cantidad de sulfuroso en el embotellado. Lleva mezcla de uvas blancas y tintas, procedentes de la parcela de Los Caños y vendimiadas todas las variedades a la vez.
La siguiente barrica es ya Mencía, de 2019 nuevamente. “Esto es Requeixada, un paraje de Valtuille de Abajo que se encuentra justo bajo el Rapolao. Es la viña más fresca que tengo” –nos explica Nacho mientras vacía la pipeta en las copas. Y sí, quizá condicionados por la explicación, encontramos esa expresión frutal, esas violetas, ese volumen y esa acidez dócil que tanto nos fascina en los vinos del paraje vecino.

A continuación va otro paraje, Fuente de San Lázaro, la preciosa viña en la que empezamos la visita. Es 2019 nuevamente, tiene mucho volumen, mucho cuerpo, algo de astringencia y un potencial de guarda formidable. Cuando se dome, será una maravilla.
El penúltimo vino es de una barrica de Villegas, de 2019. “Villegas –nos explica Nacho–, es el primer paraje en vendimiarse”. Nos sorprende su enorme madurez. Parece que está hecho, tiene un cuerpo increíble, muy domado.

Y la cata concluye con toda una sorpresa: Cabarcos, de 2019 una vez más. Su parcela más alta, a 800 metros de altitud, su suelo de pizarra nos sorprende con un vino más fino, vertical, mineral y fragante. Durante la cata, hablamos de mil cosas, de las etiquetas, de Miguel Guerrero y de su diseño para Cachicán, de la carta de vinos que tiene el Canadá, en Toral de los Vados, de la buena oferta para beber vinos diferentes en la parte baja de Ponferrada, de los puntos Parker, del Covid, de los viticultores que le venden uva, de la sequía que está acarreando el cambio climático, de los viajes en AVE, de Madrid, del trabajo de Nim recuperando viñas… Hablamos de mil cosas, escuchamos, reímos, aprendemos y, al llegar a casa, somos conscientes de que este día ha sido uno de esos que merece la pena recordar.