A quienes nos parece que el mundo se ha parado, que el reloj cada día nos despierta con Sonny & Cher cantando I got You, Babe y que al final del día, hagamos lo que hagamos, nos acostaremos convencidos de que mañana todo será igual, nos parece un milagro ver los primeros brotes de las vides, comprobar cómo crecen los vinos de la última vendimia y charlar del futuro con amigos a los que hace tiempo que no vemos.
Estamos en El Bierzo, una vez más, pero no una de tantas. Es primavera y las cepas lo saben. Los primeros brotes empiezan a asomar en la ladera imposible de A Freita, de una parcela de apenas un cuarto de hectárea orientada a naciente que Santiago Ysart (Santi) nos enseña orgulloso. “Probablemente haremos un vino de paraje con ella: Cantariña 7, A Freita”, nos comenta medio en broma, medio en serio, mientras nos enseña la nueva adquisición de la bodega. “Es mayoritariamente Mencía, pero hay otras variedades salpicadas, aunque no sabremos exactamente qué es lo que hay hasta que empiece a haber hojas. Fijaos en los brotes. Estos son rosados –señala–. Puede que sean Merenzao o Godello.”
Santi se pasea con bastante soltura por este paraíso vertical que desciende hacia el Burbia, el río que, nacido en Los Ancares, atraviesa Villafranca del Bierzo y Corullón, donde precisamente se sitúa esta increíble viña. A Freita, que viene a ser un corrimiento de tierra y, por extensión, un terreno escarpado, define bien el nombre de un paraje que no es tan conocido como otros muy cercanos, léase Moncerbal (casi colindante) o Las Lamas (a unos cientos de metros al oeste), inmortalizados por Descendientes de J. Palacios en algunos de sus vinos más reconocidos.
Mientras recoge sarmientos que han quedado tirados de la poda, Santi nos comenta que la parcela estaba bien cuidada. Está incluso cercada para evitar que el corzo y el jabalí la arrasen… o para intentarlo, por lo menos. Pero el viticultor que la llevaba estaba muy mayor y ha optado por dejarla. Afortunadamente, no será ésta una de las muchas ocasiones en que un tesoro así se va escondiendo bajo las zarzas y bajo la maleza. Hay un futuro muy prometedor en esta Freita, en este accidente geográfico cuyo cultivo tiene menos que ver con la razón que con el corazón.
Cata en rama de las elaboraciones de Cantariña
Pero aunque nos encanta ver viñedo, la segunda parte de nuestra excursión (cronológicamente es la primera) no tiene, desde luego, menos interés. Quedamos con Santiago Ysart en la bodega, y prácticamente sin preliminares comenzamos a asaltar sus barricas.
Empezamos con el futuro blanco La Cabeza de Perro 2020, una nueva etiqueta que ofrecerá un vino blanco de acceso de gama, aunque en realidad hablar de “acceso” es algo puramente comercial, ya que es un vino que poco tiene que envidiar a otras elaboraciones de esta misma bodega. Lejos de la moda del Godello, se trata de un coupage de Palomino (75 %) y Doña Blanca (25 %), que en este caso no proceden de viñedo propio, sino de una parcela de Familia Arias Vidal.
Tras un desfangado pre-fermentativo, los aproximadamente 2.000 litros de mosto fermentan, con sus propias levaduras (como hacen todas las elaboraciones de Cantariña), en este caso en un foudre nuevo, abierto, de 5.000 litros. Acabada la fermentación, algo más de la mitad del vino pasa a un depósito de acero inoxidable, mientras que el resto se cría un tiempo en barricas usadas, una de 500 litros y otra de 400, y es precisamente de esas barricas de las que probamos un vino muy expresivo, con aromas a melocotón, albaricoque, hinojo y heno. Cuando se embotelle, será, sin duda, un vino de una formidable relación calidad/precio.
Para la añada 2020 de Cantariña 4 La Blanca se ha empleado un coupage de Godello, Palomino y Doña Blanca a partes iguales. Tras una maceración pelicular, las uvas se prensaron y, sin desfangar, pasaron a barrica (dos terceras partes) y a depósito de acero inoxidable (el tercio restante) para fermentar y hacer una crianza. Probamos inicialmente el depósito, que en el momento de nuestra cata muestra algún aroma reductivo, pólvora, albaricoque, y una marcada mineralidad. Y a continuación catamos la barrica, menos golosa, menos reducida, con aromas más cercanos a los de la manzana y unas notas de campo que son casi comunes con otras elaboraciones de la casa.
Es sorprendente comprobar cómo las distintas elecciones en la elaboración suponen diferencias tan marcadas en los dos vinos, que proceden de las mismas uvas. Aunque siempre es difícil jugar a imaginar el ensamblaje, si se conserva todo lo que hay en ambos vinos, promete ser complejo, intenso y diferente.
Cata en rama de los tintos de Cantariña
La Cabeza de Perro 2020 es nuestro siguiente objetivo. Es un varietal de Mencía (85 %) con un aporte de uva Palomino (15 %), procedentes de una viña vieja de Sorribas, una localidad cercana a Villafranca. El tinto básico de la bodega es también más sencillo en su elaboración, con uvas totalmente despalilladas que fermentaron en depósito de acero inoxidable.
En el momento en el que lo catamos, a finales de marzo, encontramos un vino con mucho potencial pero aún con algún tiempo por delante para pulir unos taninos que se hacen muy presentes. No cabe duda de que acabará convirtiéndose en uno de los vinos jóvenes más interesantes que podrás pedir en El Bierzo, por copas, a un precio de derribo. De hecho, el pasado verano vaciamos unas pocas botellas de esta propuesta que es a la vez golosa, intensa y refrescante.
El siguiente tinto que catamos no tiene nombre aún. Su nombre de trabajo es Cuvée Sonso 2020 en homenaje a Sonsoles Ysart (parte del proyecto Cantariña junto con sus hermanos Fede, Consuelo, Jorge y el propio Santi), un coupage de dos terceras partes de Mencía, una cuarta parte de Merenzao, algo de Garnacha Tintorera (5 %) y un pequeño aporte de uva blanca (2 %). Es un vino agradable de final anisado; muy rico.
Y el plato principal, o uno de ellos, es el vino que ha de convertirse en uno de los top de la bodega: Cantariña 3 El Triángulo 2020, si bien a éste le queda aún un tiempo de crianza, sobre todo en botella. Se trata de un varietal de Mencía (95 %) procedente de una de las mejores parcelas de la familia, una zona muy fresca de la Viña de los Pinos, ubicada en el paraje de Las Gundiñas, en Villafranca del Bierzo; un pedazo de tierra con suelos arenosos, cálcareos y forma de “triángulo” en una ladera que se orienta a poniente, donde las uvas maduran más temprano.
Fermenta sin raspón en barricas abiertas, y se elabora con muy poca extracción. Se descubó en octubre, se trasegó en enero, y aunque aún va a estar algún tiempo en barrica, es un vino que está para beber… para beber sin freno: goloso pero serio, con aromas a fresa, un color traslúcido y una boca fantástica, redonda, frutal, con la madera muy poco marcada; un auténtico antídoto para cualquier escéptico de la Mencía.
Precisamente no es Mencía lo que Santi nos sirve en la siguiente ronda: Garnacha Tintorera 100 % de la vendimia de 2018. Cantariña 1 La Garnacha es un vino realmente especial, el origen de todo, como en su momento ya contamos tras catar 2015, su primera añada. Tras haber pasado un buen tiempo en barrica, esta Alicante, aún sin domar del todo, nos sorprende con una nariz limpia y sugerente en la que, además de la fruta, encontramos pimiento.
Y la cata termina con Cantariña 5 Valdeobispo 2019, una Mencía del paraje del que toma el nombre. Es, sencillamente, un vinazo de escándalo, pura frambuesa, un paso por boca delicioso, con un tanino aún verde que promete suavizarse con unos pocos meses de botella. Y, de alguna manera, Valdeobispo es también un cierre fabuloso para una mañana inolvidable en la que hemos conocido proyectos de futuro y en la que acabamos degustando el vino que recupera el nombre con el que ya el abuelo de Santi (y de sus cuatro hermanos) elaboraba vinos de calidad en Villafranca del Bierzo.