Una tinta dorada en la etiqueta dibuja los meandros de un río Duero que da vida al viñedo de Dominio Fournier, 820 metros sobre el nivel del mar, 22 parcelas de suelos pedregosos, cepas sexagenarias conducidas en vaso junto a otras más jóvenes en espaldera, inviernos largos, veranos calurosos y vendimas manuales.

Dominio Fournier Crianza 2016 es un monovarietal de Tempranillo de cepas de 25 años de edad media plantadas en una terraza fluvial del río Duero. Las uvas se seleccionan en campo y en bodega, se introducen en depósitos de acero inoxidable y tinos de madera, siempre por parcelas, y maceran en frío, con hielo seco, antes de comenzar la fermentación, controlada y con remontados diarios. Tras el descubado, el vino se trasiega a barricas de roble francés (80 %) y americano (20 %), donde tienen lugar la fermentación maloláctica y una crianza de al menos 12 meses.

Nada más servirlo, por encima de su impecable color rojo picota, nos llama la atención una preciosa capa glicérica brillante. Es un vino muy vivo, al que hay que dar un tiempo para que se abra y dé rienda suelta a una nariz muy especiada (pimienta), con fruta negra, toques de fruta roja, hoja de tabaco, monte bajo… una nariz en la que los aromas de la crianza y los primarios de la propia fruta se solapan una y otra vez. En boca nos encanta su acidez, muy equilibrada, un fondo balsámico, un trago más bien largo, muy lineal, elegante, que nos trae recuerdos de guindas en aguardiente junto con un final ligeramente lácteo y un retronasal muy limpio en el que se combinan frutas maduras licorosas y notas de madera, todo ello sobre una base de taninos marcados pero dóciles que insinúan que quizás con un poco de tiempo extra de botella todavía podremos encontrar un vino más maduro.

Pero, teniendo esta pequeña joya entre las manos, ¿quién se resiste a abrirla? Quizá el mejor consejo que podemos darte es que en lugar de comprar una sola botella te hagas con un par de ellas. Merecerá la pena.
