Durante casi 400 años, los sanfeliceños vivían asfixiados por “el noveno”, por el tributo que habían de pagar al Ducado de Alba; la novena parte de cada cosecha, del grano, del ganado, del vino producido por sus viticultores… No es de extrañar que en San Felices de los Gallegos, un pueblo salmantino cercano a Portugal, en la parte sur de los Arribes, celebren cada año el día que dejaron de pagar el noveno.
–Dominio del Noveno es un tributo a la gente del campo –nos explica Ángel García mientras paseamos por una de sus viñas, una ladera orientada a poniente en el paraje del Teso de la Horca, en el que sus viejísimas cepas plantadas en 1913 muestran sus caóticas formas en un igualmente confuso marco de plantación.
No hay mucho viñedo en esta zona sur de los Arribes, pero resulta fácil entender que alguien eligiera esta ladera sana y soleada, cuya cota más alta ronda los 700 metros. Aquí, una leve brisa zarandea las hojas de unas cepas que han brotado ya, hojas impecables de plantas que hunden sus raíces entre arcillas y arenas graníticas bajo las que se esconde una veta de cuarzo que atraviesa el paraje. No hay dos cepas iguales en el Teso de la Horca, no solamente por la mano del hombre que las ha moldeado a base de tijera y gañivete con diferentes grados de destreza y cariño durante más de un siglo; también la diferencia de variedades se empieza a hacer presente. Ángel nos comenta que la mayoría es uva blanca, pero también hay tinta.
–La mayor parte es Doña Blanca, pero también hemos identificado la Blanco Rucio, que creíamos que era Garnacha Gris. Dimos con la respuesta con ayuda del libro de Nicolás García*, en el que habla de la uva Alba Rucia en el oeste salmantino –nos explica nuestro anfitrión.
Ángel García: De Barcelona a Arribes
A pesar de su edad, Ángel es uno de esos jóvenes que te sorprende por su formación, por su inquietud y, sobre todo, por esa convicción de que las cosas han de hacerse bien, siempre, en cualquier momento y en cualquier lugar; esa convicción que no se expresa tanto con palabras como con actitud. Nacido en Barcelona, Ángel se enamoró del campo cuando de pequeño pasaba los veranos en Arribes con su tía Carolina, quien nos acompaña también en la visita y ayuda en lo que puede a su sobrino en su cruzada vitivinicultora. Según nos cuenta él mismo, cuando estudiaba Agrónomos pensando en dedicarse a algo relacionado con la ganadería, las vides se cruzaron en su vida, y surgió el flechazo.
Así que, en 2015, Ángel decide hacerse cargo de la viña de su bisabuelo en Retortillo (unos 30 kilómetros al Este de San Felices) mientras realiza el máster de su ingeniería, contacta con el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León, y allí conoce a José Antonio Rubio, que lidera un proyecto de recuperación de variedades autóctonas de Arribes. Una cosa va llevando a la otra y, tras ocho meses ayudando a Charlotte Allen (de cuya bodega Almaroja puedes leer aquí), lleno de preguntas e inquietudes, decide estudiar enología en Montpellier y realizar el máster en Burdeos. En Montpellier conocerá a Melissa Comellas, agrónoma y enóloga, que pronto se convertirá en el otro 50 % de Dominio del Noveno.
Mientras visitamos la ladera orientada a naciente de este mismo paraje, Ángel nos comenta:
–El año pasado hicimos la primera elaboración del Teso, que es nuestro vino Sinérgico Blanco, y con la vendimia de 2022 queremos elaborar por separado el Blanco Rucio de la parte más alta de las dos laderas, que es arcillosa, y el de la parte inferior, que tiene un suelo franco arenoso de arenas graníticas.
Basta hablar unos cuantos minutos con Ángel para darte cuenta de su afán por experimentar, por conocerlo todo, siempre con una lógica detrás, siempre imaginando el resultado, visualizando todo pero sin despegar los pies del suelo o, al menos, tratando de no hacerlo.
En su proyecto hay ideas muy claras: el trabajo en la viña es siempre ecológico (se encuentra, de hecho, en proceso de certificación), apostando decididamente por rescatar variedades autóctonas, y en la bodega se trabaja solo con CO2, ya sea gas o nieve. Por el momento, Ángel y Melissa elaboran en bodega ajena, pero su idea, algún día, es reconstruir una vieja casa de piedra en San Felices y elaborar allí.
La Lobaguera
Abandonamos el paraje del Teso de la Horca y nos dirigimos a La Lobaguera, siguiendo por el camino del Noveno, en dirección sur, algo más de dos kilómetros. Allí, a unos 650 metros de altitud, encontramos una preciosa finca cuyo caprichoso trazado está delimitado por una de esas habituales vallas construidas con piedras apiladas de forma magistral, sin argamasa, tan habituales en la zona.
Aunque la mayor parte de las cinco hectáreas de viñedo de Dominio del Noveno se encuentra en San Felices de los Gallegos, hay también parcelas en el vecino Lumbrales y en Retortillo, un pueblo ubicado unos 30 kilómetros al este, ya en la dehesa salmantina. Allí se encuentra la viña del bisabuelo de Ángel.
La Lobaguera fue la primera parcela que no pertenecía a la familia de Ángel incorporada al proyecto. Se trata de una sección irregular en la zona baja de un pequeño valle en el que los suelos arenosos dejan que afloren gigantescas moles de granito. Allí la viña vieja convive con la nueva plantación, conducida en eje vertical, con la cual Ángel y Melissa han repoblado algunas zonas hasta entonces yermas. Hay también árboles, restos de un incendio que por fortuna afectó solamente a unas pocas cepas, un pozo que recoge las aguas de este valle, tramos de una acequia en fase de reconstrucción y una caseta a cuya sombra cataremos algunos de los vinos de Ángel y Melissa.
–Hemos usado las uvas de esta zona para elaborar nuestros Lobatos, que están pensados como vinos de guarda. En la cara norte hemos plantado Bruñal y variedades blancas, y por otro lado también Mandón [conocida en otras zonas como Mandó] y Tinto Jeromo –nos explica Ángel, quien nos aclara que para el laboreo se emplea habitualmente el motocultor, ya que los tractores no pasan por los marcos de plantación de los viñedos viejos de la zona. También es habitual cavar con una azada un hoyo alrededor de cada cepa, algo que hemos visto repetidas veces estos días mientras recorríamos la zona, además de llevar a cabo mucha poda en verde.
Cata de los vinos de Dominio del Noveno
Para empezar la cata, Ángel nos sorprende con un mosto de su vendimia de 2021, una muestra del Teso de la Horca que no ha acabado la fermentación aún. Este vino se embotellará como Sinérgico Blanco 2021.
Tras una vendimia manual y una maceración pelicular en frío de 24 horas con nieve carbónica, las uvas se someten a un prensado ligero y un desfangado estático, y el mosto empieza la fermentación alcohólica con levaduras autóctonas, como en todos los vinos del proyecto.
Lógicamente turbio al venir del depósito en el que aún se encuentra con sus lías, su nariz es intensa y compleja, con una buena carga de fruta blanca, cítricos, una segunda capa más floral –que achacamos a la Doña Blanca– y un agradable toque mineral. A pesar de contar aún con algo de azúcar residual, en boca se compensa con su buena acidez, y también nos sorprende reconocer algunos toques lácticos en un vino que ofrece un trago largo y que promete amalgamarse y ganar estructura cuando complete su estancia en el depósito.
Lobato Gris 2020 es el segundo vino de la cata. Su elaboración es similar a la del Sinérgico Blanco, pero sus uvas proceden de 342 cepas de La Lobaguera, de unos 80 años, con suelos graníticos franco-arenosos abundantes en cuarzo y feldespato. Las uvas, en su mayoría Blanco Rucio con algo de Doña Blanca, maceraron con pieles en frío 48 horas y, tras un prensado suave en prensa vertical y un desfangado estático, el mosto fermentó en una única barrica de roble francés de 225 litros para pasar a criarse en barrica durante 12 meses.
Cuando lo catamos, encontramos una nariz en la que predomina la fruta blanca, con una agradable presencia de aromas florales y, nuevamente, un destacado toque mineral. Su boca nos sorprende por su buena estructura, un trabajo de lías que se traduce en un vino glicérico pero no pesado, con una acidez alta, longitud y buena intensidad.
Pasamos a los tintos con Sinérgico Tinto 2020, un vino elaborado con uvas procedentes de viñas centenarias del vecino municipio de Lumbrales, al norte de San Felices. Nuevamente hablamos de un coupage de múltiples variedades autóctonas –sobre todo Morisca (20 %), Juan García y Mandón, pero también Tinta Madrid, Garnacha, Bruñal, Tinto Jeromo y algo de uva blanca–, uno de esos coupages de los que el responsable no es en realidad el enólogo, sino el viticultor y sus antecesores… o la tierra misma. Aquí la altitud media ronda los 650 metros, y el suelo es nuevamente franco-arenoso, pero más profundo, con esquistos del Cámbrico.
Selección de racimos, despalillado pero sin estrujar, 14 días de maceración, bazuqueos ligeros, rellenado del tanque con gas carbónico para trabajar con la menor oxidación posible, seis meses en tanque de acero inoxidable y un ensamblaje con un poco de vino criado en barrica dan como resultado una bomba de fruta, limpísima tanto en nariz como después en boca, a pesar de ser 100 % natural.
La uva Juan García es la uva tinta mayoritaria en la zona porque, aunque su piel fina supone algunos retos, está bien adaptada al clima y ofrece un rendimiento mayor que el de otras variedades.
Lobato Tinto 2020 llega a continuación. Procedente de 903 cepas de La Lobaguera de entre 50 y más de 80 años, es un coupage de 15 variedades: Bruñal, Juan García, Cabernet Sauvignon, Bastardillo Chico, Rufete, Mandón, Tinto Jeromo, Tinta Madrid, Gajo Arroba, Garnacha… En este caso, se ha empleado un 30 % de raspón, muy seleccionado. Ángel nos confiesa que el y Melissa hacen incluso cata de raspones para que solo aquellos más maduros pasen al depósito. Tras la fermentación alcohólica y una maceración total de 40 días con un bazuqueo diario, el vino hace la maloláctica en barrica de 300 litros, donde se cría durante un año para pasar, al menos, 10 meses más afinándose en botella.
En nuestro caso, no le hemos dado tanto tiempo de botella (Lobato Tinto 2020 no está aún a la venta), y aunque aún le sentará muy bien un poco de descanso, encontramos un vino atractivo, cuya nariz entrega abundantes aromas de fruta roja y negra junto con recuerdos a violetas. En boca, nos recibe con una acidez alta que da paso a unos taninos dulces y elegantes a lo largo de un trago de buena longitud que nos deja con un posgusto lácteo. Puede percibirse la madera en un segundo plano, y puede echarse en falta algo más de botella, pero es un vino serio o, al menos, va camino de serlo.
Acabamos la cata con Lobato Tinto 2018, una de las poquísimas botellas que aún quedaban del que fue el primer vino elaborado por Ángel y Melissa. En este caso, encontramos fruta más madura en la nariz, mientras que en boca vuelve a haber acidez y un tanino redondo, muy domado, con ese final lácteo nuevamente presente. Quizá condicionados por saber que en esta añada se empleó un 50 % del raspón, queremos intuir unos toques herbales muy ligeros, y también encontramos aromas tenues de una nota ahumada que nos recuerdan a la cera de cirio en un vino que claramente ha ido creciendo y desarrollando notas más complejas.
La Hormiga: una nueva parcela de Dominio del Noveno
De vuelta a nuestro punto de partida, acabamos pasando por una nueva viña del proyecto, La Hormiga; un precioso rectángulo en ligera pendiente hacia el Este con un suelo extremadamente arenoso. Allí sus cepas viejas con una poda corta se alinean impecablemente tratando de poner algo de orden en lo que pretende ser una cuadrícula que las protuberancias de granito y un puñado de árboles se empeñan en romper.
Y es que en San Felices en particular y en los Arribes en general, la magia está precisamente en la ausencia de orden, en la entropía, en los afloramientos de la roca madre entre los quejigos y la madreselva, en las variedades olvidadas que prácticamente han perdido su nombre pero nunca su esencia, en esa tierra pobre en la que solamente sobreviven los ejemplares fuertes, en la que durante casi 400 años los sanfeliceños vivían asfixiados por el noveno, por un noveno que hoy, en lugar de un tributo, es un día de fiesta, es el camino por el que transitamos e, incluso, el nombre de un proyecto vitivinícola que recoge toda la esencia de esta indómita tierra fronteriza.
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*Nicolás García de los Salmones (1915), Apuntes de viticultura y enología. Ingeniero agrónomo, director del laboratorio agrícola provincial de Navarra y director de la Estación Ampeleográfica Central, Nicolás García fue una pieza clave en la lucha contra la plaga de la filoxera en España. En este tratado de casi un millar de páginas sienta las bases para la modernización de la viticultura y el viñedo en nuestro país.
Vino | Alcohol | Producción | Precio (75 cl) |
Muestra de depósito de Sinérgico Blanco 2021 | – | – | – |
Lobato Gris 2020 | 13,5 % | 300 botellas de 75 cl | – |
Sinérgico Tinto 2020 | 13,5 % | 800 botellas de 75 cl | – |
Lobato Tinto 2020 | 14 % | 400 botellas de 75 cl | – |
Lobato Tinto 2018 | 14 % | 400 botellas de 75 cl | – |