Hace un par de años conocimos a Manu Michelini en una cata a ciegas en El Bierzo, donde la familia Michelini embotella paisajes increíbles. Pero en aquella cata los protagonistas no eran la Mencía, el Palomino o la “Alicante”, sino la Cabernet, la Pinot Noir, la Chardonnay y algún Sauvignon Blanc de diferentes zonas del planeta. Y en aquella cata, el joven Manu fue descifrando, paso a paso y razonadamente, la copa que tenía delante: variedad, zona, elaborador y añada. Cuando la botella borgoñona se desenfundó, un Silex 2016 de Didier Dagueneau apareció delante de nuestras narices, confirmando los superpoderes de Manu Michelini, que casi se excusaba recordando que lo había probado hace unos años, por primera vez, con su “tío Mati”.
Sirva la batallita para dar una idea sobre el enólogo que se encuentra al frente de Dominio del Challao, un proyecto vitivinícola que comparte con su socio Carlos Fernández en Labastida (Álava), y cuyo objetivo es acercarse con su propia visión a los grandes vinos de Rioja de las décadas de los años 70 y 80. Esto, que puede sonar pretencioso, deja de serlo en cuanto comenzamos a catar lo que Manu y Carlos nos tienen preparado.

Carlos Fernández, por cierto, no es cualquier socio: viticultor del año en 2021 según Tim Atkin, elabora sus vinos en Bodegas Tierra, en calados de los siglos XIV y XV bajo la judería de Labastida, donde conviven vinos parcelarios, coupages de hasta siete uvas blancas y monovarietales de uvas “secundarias”.
Pero antes de meter la nariz en la Zalto Universal que se encuentra a nuestra mano izquierda, toca explicar un poco qué tenemos delante. Y lo que tenemos, literalmente, es un fragmento de una liviana marga que forma parte del suelo que hay en las dos hectáreas del viñedo con el que se elabora Challao, un pedazo de piedra sedimentaria compuesta por arcillas y carbonato cálcico que es para las raíces lo mismo que un caramelo para un niño o que un Rioja viejo para cualquier persona a la que de verdad le guste el vino.

Resumiendo, Manu nos explica que el “celestino” de su unión con Carlos es Iñaki Sanz, director de operaciones de CVNE (léase “Cune”) y “A Piece of Viña Zorzal Wines”, según él mismo se describe en su página de Linkedin. La primera vendimia se lleva a cabo en 2019, y el vino ha visto la luz, oficialmente, hace un par de semanas.
Como suele ocurrir, el flechazo de Manu con Rioja fue un poco accidental cuando el argentino visitó la zona de camino a Francia. Ese flechazo se tradujo en el “matrimonio” con Carlos Fernández y en la incesante búsqueda de viñedos que pudieran trabajarse de manera ecológica para, más adelante, ser incluso biodinámicos. Pero vayamos a lo único realmente importante: los vinos.

Challao Garnacha 2020
El verso suelto del proyecto es este monovarietal de Garnacha de una parcela en altura con suelos limosos que se presentó sin avisar; un nuevo flechazo… y un nuevo vino. Las uvas se pisaron con raspón (todos los vinos del proyecto tienen entre un 50 % y un 70 % de uva sin despalillar), y el vino permaneció criándose en madera durante dos inviernos; lo que vienen a ser unos 15 o 16 meses.
Manu nos aclara en este punto que se ha elegido un tipo de foudre específico para cada vino, lo que en el caso de la Garnacha, que es una variedad oxidativa, implica el uso de duelas mucho más gruesas para reducir la micro-oxigenación.
Este elegante vino de color fresa traslúcido con tonos metálicos nos ofrece elegantes aromas de fruta roja, rosas y pimienta que anteceden a una boca elegante (sí, todo es elegantemente elegante aquí), con una acidez alta pero amable, una sorprendente estructura y un paso por boca adictivo, equilibrado, tenso, levemente amargo y mínimamente goloso; al fin y al cabo, es una Garnacha, una Garnacha que en una cata a ciegas más de uno situaríamos en el sur del Ródano y, vamos para bingo, más concretamente en Châteaunef-du-Pape (ahora es cuando el lector se ríe o empieza a salivar, no hay término medio). Pero bueno, volviendo al redil, es un señor vino, muy fácil de beber, al que le falta un poco de botella para redondearse y que, todo sea dicho, poco tiene que ver con esos grandes vinos finos de Rioja que sus hermanos intentan emular.

Angelita del Challao 2020
Quizás la más hermosa de las tres etiquetas es la de este Angelita del Challao, con ese querubín que unifica los vinos saltando al primer plano en el vino de villa del proyecto. Angelita es un homenaje a las raíces de los Michelini, a la abuela paterna de Manu que arribó a La Angelita cuando emigró a Argentina.
Seis hectáreas en ocho parcelas con distintos suelos y altitudes representan, en el interior de esta botella, el terruño del pueblo de Labastida, en Álava. Cada parcela se vinifica por separado y hace el primer año de crianza en sus propias barricas. El vino, ya ensamblado, vuelve a las barricas para descansar un año más.
En la Riedel Performance Pinot Noir encontramos un varietal de Tempranillo de color cereza traslúcido con aromas a fruta negra, notas de monte y toques especiados. Su boca es elegante, estructurada, compleja y extraordinariamente equilibrada. Ese equilibrio, esa armonía, eleva el vino a un nivel superior al tiempo que lo hace extremadamente fácil de beber. Le vendrán bien, no obstante uno o dos años de botella para redondearse un poco más.

Challao 2020 y Challao 2019
Llegamos finalmente al buque insignia, al vino con el que este proyecto cobra todo el sentido. El barrio mendocino de El Challao presta su nombre a este parcelario en el que las cepas de Tempranillo suponen tres cuartas de un coupage completado por Graciano, Garnacha Tinta, Blanca, Palomino, Calagraño y puede que más uvas, plantadas muchas de ellas en un lejano 1945.
Durante la elaboración de Angelita, catando las barricas de cada parcela, ésta destacaba sobre las demás, se comportaba de manera completamente diferente. La clave estaba en sus suelos únicos, esos suelos de margas de los que hablábamos hace unos cuantos párrafos y en los que las raíces de esas cepas viejas profundiza buscando la humedad. Manu nos explica un millón de cosas mientras disfrutamos con sus vinos, y una de las que más nos llama la atención es el uso de un foudre de paredes más finas durante la crianza de Challao para favorecer la micro-oxigenación de ese Tempranillo plantado sobre suelos reductivos.
En la primera Riedel Winewings Chardonnay encontramos un vino de color cereza y capa media baja con aromas a fruta roja que en boca se muestra ligero, muy fino y elegante. Le falta aún botella: está como dormido, agazapado… Algo que corroboramos con la última copa.
Y es que en la segunda Riedel Winewings Chardonnay vemos un vino de capa más ligera que en boca tiene nervio, tensión, casi “arrogancia”. Es un vino muy fino, nuevamente elegante, complejísimo, sedoso, frutal y mineral. ¿Qué te gusta en un vino, en un tinto de guarda? Pienses lo que pienses, seguramente esté, en mayor o en menor medida, en el interior de esa botella de Challao 2019, de un vino que ya ha entrado en su ventana de consumo óptimo, que ha dado sus primeros pasos en la que sus autores esperan que se convierta en una larga vida.
“El espíritu de Challao es entender la idiosincrasia de Labastida y formar parte del pueblo”
Manu Michelini
¿Lo logrará? ¿Trascenderá? ¿Conseguirá “inmortalizarse” como los Riojas de los años 70 y 80 a los que pretende reinterpretar? Observamos la copa una y otra vez como si atesorara la respuesta, como si mirando a través de su capa, oliendo sus aromas y paladeando sus taninos pudiéramos saberlo. Pero lo importante no es si lo creemos o si somos escépticos. Lo único importante es lo que diga el tiempo. Quizá la única pista se encuentre en la sonrisa de Manu Michelini, en el optimismo de un enólogo que hoy escenifica la materialización de un sueño, de alguien que quizás no tenga tampoco la respuesta, pero es capaz de descifrar un Silex de 2016 en una cata a ciegas.

Vino | Alcohol | Producción | Precio (75 cl) |
Challao Garnacha 2020 | – | 3.000 botellas de 75 cl | ~60 euros |
Angelita del Challao 2020 | – | 17.000 botellas de 75 cl | ~27-28 euros |
Challao 2020 | 13,5 % | 1.500 botellas de 75 cl | ~150 euros |
Challao 2019 | 13,5 % | 500 botellas de 75 cl | ~150 euros |