Para entender en todo su contexto la importancia de Dominio de Tares, hay que hacer el esfuerzo de viajar en el tiempo; viajar en el recuerdo sólo un par de décadas, a aquella época en la que aún “pasábamos” los euros a pesetas, y en la que respiramos aliviados al comprobar que “el efecto 2000” se había superado sin traer consigo una especie de rebelión masiva de las máquinas.
En el año 2000, la Denominación de Origen Bierzo acababa de cumplir 11 años de vida. Gran parte de la uva del viñedo berciano se malvendía o acababa convertida en graneles que “engordaban” los vinos de otras regiones con mayor renombre. Apostar por poner en valor las cepas viejas, la viticultura de secano o las variedades autóctonas y dar a conocer al mundo el tesoro vitícola del Bierzo no era sencillo.
Casi un cuarto de siglo después, las cosas han cambiado, y buena parte de esa transformación se debe a referencias como Cepas Viejas, un vino capaz de combinar la estructura de un crianza clásico con la singularidad de la Mencía y el terruño berciano, un vino capaz de colarse en las cartas de los restaurantes en las que nunca antes había habido una referencia de esta zona, un vino perfecto para enganchar, para conseguir que quien lo probara comenzara a preguntarse qué era la Mencía, dónde estaba El Bierzo y quién elaboraba algo tan vivo, algo tan frutal y a la vez algo tan estructurado.

Una mañana con Rafael Somonte
Hoy ya no hace falta explicar que El Bierzo es una región fronteriza entre León y Galicia o que la Mencía y el Godello son sus uvas icónicas, y Dominio de Tares ha tenido bastante que ver en esto, apostado por reflejar en sus vinos la diversidad del paisaje que ofrecen las diferentes zonas del Bierzo, cultivando viñas en Villadecanes, en Valtuille de Abajo, en Quilós, en Bembibre… combinando suelos, altitudes, orientaciones, viñedo viejo con nuevas plantaciones… El resultado es una gama de vinos impecablemente elaborados, capaces de demostrar la enorme calidad del viñedo berciano, algo que a día de hoy pocos se atreverán a cuestionar, pero que a principio de siglo no se percibía de la misma manera.
Para conocer un poco más sobre la filosofía de esta bodega pionera en su zona, vamos a pasar una mañana con Rafael Somonte, gerente y director técnico de Dominio de Tares, mientras muestrea diferentes viñas unos días antes de que dé comienzo la vendimia.
Nuestra ruta de hoy comienza en el paraje del Cepón, en la zona limítrofe entre Villadecanes y Valtuille de Abajo (al oeste de El Bierzo), en una suave ladera que se abre buscando el río Burbia donde las cepas de Mencía salpicadas de otras variedades crecen sobre suelos arcillosos con abundantes piedras.

Mientras observa la maduración de los racimos y va tomando muestras de diferentes puntos de la viña, Rafael nos comenta que Dominio de Tares controla entre 55 y 60 hectáreas repartidas entre viñedo propio y arrendamientos a largo plazo con viticultores que les venden la uva. La mayoría de esos contratos se firmó hace 23 años, cuando arrancó el proyecto. Este año prevén procesar unos 500.000 kilos de uva, lo que supone en torno al 5 % de la producción de toda la denominación de origen.
Los vinos de Dominio de Tares
Todo esto nos lo cuenta Rafael mientras va repartiendo su atención entre lo que le preguntamos y lo que le cuentan las viejas cepas de esta parcela de 1,2 hectáreas con cuyas uvas, muy probablemente, se elaborará parte de la añada 2023 de Cepas Viejas; una referencia que, a pesar de tratarse de un vino de guarda, es la más vendida de la bodega, por encima de la entrada de gama, que es el “roble” Baltos.
El 70 % de la producción de Dominio de Tares se vende en España. El 30 % restante se exporta a entre 18 y 20 países
Baltos es el vino de acceso si obviamos El Paisano de Tares, que es en realidad un clarete, ya que combina uvas blancas y tintas. Por encima de Cepas Viejas encontramos Bembibre, con mucha más crianza pero sin exceso de madera, y la joya de la corona: el exclusivo P3.
La bodega elabora también dos vinos blancos monovarietales: La Sonrisa de Tares, que refleja el perfil fresco y cítrico del Godello sin crianza en madera, y el Godello Fermentado en Barrica, donde la bodega busca un toque extra de complejidad sin perder la frescura.

Precisamente, el Godello será el protagonista indiscutible en nuestra siguiente parada: un viñedo ubicado en el paraje de Val de Paxariñas, en la localidad de Quilós, perteneciente al municipio de Cacabelos; una preciosa ladera orientada hacia el sur con cepas de Mencía injertadas con Godello procedente de una selección masal de Mata del Horno, el último viñedo que visitaremos.
Aquí, en Quilós, Rafael Somonte nos confirma que están trabajando todo el viñedo de manera ecológica, pero este año el mildiu está haciendo estragos, en especial en toda esta zona. El enólogo reconoce que el Godello es una variedad difícil para el clima de El Bierzo y que aún están aprendiendo a trabajar con él. Este año, por ejemplo, han rociado las hojas de la zona más baja de las cepas con caolín para reducir la incidencia del sol.
“Para conseguir un buen vino hay que jugar con la mezcla varietal, el tiempo de la vendimia, las maceraciones y la extracción”
Rafael Somonte
Paseando por las calles separadas por las espalderas, orientadas de norte a sur, vemos muchos racimos en los que parte de la uva se encuentra en perfecto estado mientras que otra parte se ha echado a perder. Toda esta uva se vendimiará a mano y viajará hasta la bodega (ubicada en Bembibre) en cajones de tamaño palé. Allí, despalillada pero sin estrujar, se seleccionará en una mesa en la que la uva se deposita bien separada mediante vibración para asegurarse de que sólo los granos en perfecto estado pasan a la prensa.
Mata del Horno: Un viñedo en la romana Vía Nova
Desde Quilós nos dirigimos ahora hacia Bembibre, en el Bierzo Alto, una de las zonas de esta comarca donde más viñedo ha sido abandonado. Allí es donde Dominio de Tares tiene su bodega y donde se encuentra uno de sus viñedos más interesantes: Mata del Horno.
Se trata de una ladera con casi cuatro hectáreas de viña en la ladera norte del amplio valle por el que discurre la A6 y, en su parte más alta, la antigua calzada romana Vía Nova, que unía Astorga con lo que hoy es Braga (Portugal); una rara excepción rodeada de monte donde el Godello agradece la permanente brisa que sopla entre sus calles, orientadas de norte a sur.
Aquí los suelos arcillosos son mucho más rojos, delatando la abundante presencia de hierro, mientras que las inclinaciones llegan a alcanzar el 23 %, lo que hace que sea casi imposible plantearse la vendimia mecánica.

Tras “escalar” esta increíble viña, nos desplazaremos a la bodega, que renuncia al glamour tan de moda hoy en día en pro de la funcionalidad. Se trata de una nave con una planta entera bajo el suelo refrigerada y dedicada tanto a la sala de crianza como al botellero. Nos llama la atención su enorme parque de barricas, poco habitual para una bodega de esta zona. Rafael nos explica que hay un espacio destinado a testar las barricas de diferentes robles, tonelerías y grados de tostado para ir aprendiendo cuáles respetan más la Mencía. La idea es ir quitando poco a poco peso a la madera en los vinos como Cepas Viejas, dejando que la fruta se exprese con mayor franqueza.
Sobre este piso, encontramos bastante actividad, algo que nuevamente nos sorprende. Hay una gran sala de elaboración preparada ya para recibir la uva de una nueva vendimia, la embotelladora, una zona social y un laboratorio en el que el enólogo deja las uvas que hoy ha muestreado para recoger los resultados poco después.
Una cata de Dominio de Tares muy especial
Entre tanto, Rafael nos invita a probar diferentes vinos de los que se encuentran “durmiendo” en las barricas. Cataremos Baltos, Cepas Viejas, Bembibre y diversas muestras del mismo vino criándose en barricas diferentes… En todos estos vinos, nos sorprende la ausencia de aromas reductivos, algo que Rafael achaca a la limpieza en la elaboración, a no dejar que el vino descanse con las lías gruesas.

Descorcharemos también La Sonrisa de Tares 2022 y, para acabar, cataremos dos añadas viejas: Godello Fermentado en Barrica 2009 y P3 2001. El primero nos sorprende por su vivacidad. Conserva una buena acidez, muestra aromas a fruta blanca madura y unos seductores aromas terpénicos: flores secas, toques de hidrocarburo…
P3 2001 es un tinto de guarda evolucionado “de libro”. Está también muy vivo, pero los aromas terciarios han tomado el mando, desplazando a la fruta y mostrándonos cuero, carne, champiñones frescos…
En cualquier caso, estos dos ejemplos despertados de la sacristía de la bodega son toda una muestra de ese empeño que hace más de dos décadas llevó a los fundadores de Dominio de Tares a demostrar que había vida más allá del granel para el vino de El Bierzo, a mostrar al mundo el potencial de sus cepas viejas, de su viticultura de secano o de sus variedades autóctonas en una época en la que aún “pasábamos” los euros a pesetas, y en la que respiramos aliviados al comprobar que “el efecto 2000” se había superado sin traer consigo una especie de rebelión masiva de las máquinas.
