Es una mañana de viento, de primavera y viento, de uno de esos vientos que buscan que les des la espalda, uno de esos vientos que hacen que las hojas del cuaderno que llevo en mi mano izquierda quieran salir volando. A pesar de ello, no puedo dejar de admirar el viñedo viejo en el que me encuentro, una de las parcelas que la bodega posee en Argujillo, una viña plantada en 1940 en la que las faltas se van cubriendo con nuevas plantas que siempre se vendimian por separado sobre un suelo arenoso arcilloso que parece querer tragarse nuestras botas tras las recientes lluvias.
Pero hoy no llueve en Argujillo, solamente hay viento en la que es la zona más alta de Toro, la última zona en ser vendimiada y la que tiene menos superficie de viñedo, si bien todo él es viejo. Muy cerca de aquí se encuentra el Teso Los Carriles, la mítica parcela donde nació Termanthia, aunque nosotros hoy visitamos María Jesús La Grulla, una parcela de dos hectáreas dividida en dos zonas de diferente altura en las que los racimos llegan al punto óptimo de maduración con varios días de diferencia, lo que conlleva que se vendimie en dos veces. Y es en esta parcela donde nos encontramos con Lucas Löwi, acompañado de Jesús Jiménez, Alejandro Vicente, Marine Roussel y Martin Derrier, el equipo que se encarga de elaborar y poner en nuestras mesas los cuatro vinos que elabora esta gran bodega de Toro.
El viñedo de Numanthia
Mientras observamos esas cepas viejas, nuestros anfitriones nos explican que son la única bodega que tiene viñedo en ocho zonas diferentes de la denominación, en ocho terruños distintos. Lucas nos comenta que tienen la misión de preservar un patrimonio único de viñedo centenario no injertado gracias a que sus suelos arenosos impiden que la filoxera pueda llegar a las raíces de las cepas. Nos cuenta que trabajan todas las parcelas en ecológico desde 2012, aunque todavía están en proceso de certificación, ya que convencer a los viticultores a los que les compran la uva, muchos de ellos octogenarios, de que había que hacer el papeleo fue difícil; para ellos, un apretón de manos es suficiente prueba. Alejandro nos contesta a todas las preguntas sobre el suelo que le hacemos y nos comenta que pronto van a abonar esta parcela; de hecho, podemos observar un montón de estiércol al fondo. Nos cuenta que todas las viñas están ya podadas, y que en algunas de ellas, pocas, se deja una poda larga, no tanto por asegurarse algunas yemas extra en caso de heladas, sino para regular la producción de la planta. Y así, hablando de los distintos suelos, de la escasa producción de estas viñas, de parcelas y de blends, ponemos rumbo a Salamanca, donde disfrutaremos de una cata muy especial.
Numanthia Terroir Tasting
Ya en Salamanca, nos adentramos en el interior del Colegio del Arzobispo Fonseca, y más concretamente en su desacralizada capilla, que nos recibe con un surtido de embutidos y queso de la zona con el que aplacar ese gusanillo que a media mañana empieza a despertarse. Y es que precisamente la capilla es el sorprendente y majestuoso escenario donde tendrá lugar el Numanthia Terroir Tasting.
Tras el picoteo, tomamos asiento en nuestra mesa de cata, donde se encuentra un impecable estuche con las cuatro muestras que llenarán nuestras copas. Lucas Löwi nos explica que con esta cata nos quieren trasladar a su casa, al corazón de la bodega, a la sala de barricas, porque lo que tenemos delante en tres pequeñas botellas tubulares son las muestras embotelladas con atmósfera inerte de tres barricas de tres parajes diferentes con los que se elabora Numanthia. Son, en concreto, tres muestras de la vendimia de 2020 y una muestra del vino ya terminado, una muestra de Numanthia 2016.
La Jara
Nuestra cata comienza con el paraje de La Jara, situado en el centro de la denominación de origen. Jesús Jiménez nos explica que es un paraje de suelos de arcilla en las laderas y pedregosos en las zonas más altas, un terruño en el que la maduración de la uva es temprana, por lo que es el primer paraje en ser vendimiado.
Lo probamos y enseguida descubrimos que esta muestra se caracteriza por su carga de fruta roja, que, junto con su complejidad y su longitud, serán los tres elementos principales que aportará a la mezcla final.
La Manga
Alejandro Vicente es el encargado de presentarnos La Manga, el paraje más agradecido de todos, ya que cada año da buenos rendimientos y muy buena uva. Se trata del paraje que hace que los rendimientos medios de la bodega suban un poco, ya que suele producir en torno a 3.000 kilos por hectárea. Nos cuenta que sus suelos son profundos, de arcilla, con mucha arena en superficie, “son suelos potentes y poderosos que dan lo que tienen”.
Y lo que a nosotros nos dan en nariz es fruta negra y violetas, acompañadas de notas de monte bajo, pero es su boca lo más sorprendente, con un tanino amplio y poderoso que aportará una gran estructura al blend final.
Argujillo
Es el turno de Marine Roussel, quien nos presenta Argujillo, el paraje donde empezó nuestro recorrido por Numanthia y de cuyo terruño aún quedan algunos restos en nuestro calzado. Situado al sur de la denominación de origen, la combinación de altitud (850 metros), suelos arcillosos y en algunas zonas calcáreos y una mayor pluviometría hace que las uvas tengan una maduración más larga.
En esta muestra volvemos a encontrar fruta roja y monte bajo, pero también notas balsámicas; es el paraje donde hallamos una mayor frescura, más acidez y el trago más largo, lo que aportará al blend final un buen potencial de envejecimiento.
Numanthia 2016
Y llega finalmente el momento de probar Numanthia, el vino que lleva el nombre de la bodega, un vino que, como nos cuenta Jesús, “intenta expresar la zona, el terruño, elaborado con una uva muy generosa a la que hay que pedir poco, porque ella te va a dar todo lo que le pidas”. Es un vino construido con todas las herramientas que nos aporta cada paraje: estructura, concentración, sedosidad, longitud…
Jesús nos comenta que están aumentando el uso de barrica usada –actualmente están en un 40 %– y que desde el año pasado han introducido foudres para la crianza de parte del vino, aunque llevan ya un tiempo utilizando un 30 % de barricas de 400 litros (el 70 % restante corresponde a barrica bordelesa, de 225 litros) con unos tostados medios ligeros o medios largos. Con todo ello, han conseguido un vino mucho más fresco de lo que te esperas en un Toro, con una muy importante carga frutal y una madera que aporta estructura pero que siempre se mantiene en un segundo plano. La idea es que sea un vino que cuando sale a la venta, cinco años después de su vendimia, esté listo para beber pero ofreciendo a la vez un gran potencial de guarda.
Maridaje con los vinos de Numanthia
Casi sin darnos cuenta son las tres de la tarde. El gusanillo que habita en nuestros estómagos se ha despertado de nuevo, y nos dirigimos al Gran Hotel Don Gregorio, donde se encuentra el restaurante Ment. Allí los nuevos “chefs Numanthinos” Carlos Hernández del Río –del restaurante Consentido– y Óscar Calleja –del restaurante Ment– nos harán disfrutar de su interpretación del ibérico maridada con los vinos de Numanthia.
Para los aperitivos, comenzamos catando Termes Blanco 2019, un vino varietal de Malvasía Castellana –una uva autóctona que se encuentra entre los viñedos viejos de Tinta de Toro y que en otras regiones se conoce como Doña Blanca– con una pequeña aportación de Verdejo. Para elaborar este blanco de guarda, el mosto fermenta en depósitos de acero y barricas de roble francés, y el vino tiene una posterior crianza sobre lías de cuatro meses en barricas de roble francés.
Es un blanco diferente, floral, mineral, fresco y largo, un vino fiel al terruño con muy buena acidez y una gran capacidad de guarda. Nos cuenta Jesús que es su vino más personal; es un blanco entre tres tintos. Nosotros encontramos un vino diferente, con una personalidad arroyadora, muy gastronómico, que hace que revisitemos la copa a lo largo de toda la comida con la excusa de comprobar cómo evoluciona.
Con los entrantes, hace su aparición Numanthia 2014 en formato mágnum. Para elaborar este monovarietal de Tinta de toro, las uvas, tras ser despalilladas, fermentan a temperatura controlada. La conversión maloláctica tiene lugar en depósitos de acero inoxidable, y el vino tiene una crianza de 18 meses en barricas de roble francés. Es un vino estructurado, potente y frutal, con una buena acidez y un tanino sedoso en un trago profundo y largo, en el que la madera está más presente que en la muestra de 2016, si bien en ningún momento se impone a la fruta.
Tras él, hace su entrada Numanthia 2016, ahora en la clásica botella bordelesa de 0,75 litros en lugar de en el formato “muestra” que habíamos catado en Fonseca. Su elaboración es similar a la del 2014, pero con más barrica usada (en este caso, un 40 %) y de formatos más grandes, como ya hemos comentado. Es un vino que nos tiene fascinados. La frescura, la fruta y esa madera sutil lo hacen muy elegante, largo y complejo: es uno de esos vinos que llama tu atención cada vez que te acercas la copa a los labios porque siempre te cuenta algo nuevo, siempre aparece un matiz que todavía no habías descubierto.
La hora de Termanthia
Finalmente, llega el momento de los platos principales y de que conozcamos el tesoro de la bodega; llega el momento de Termanthia 2014, un vino que fermenta en tres depósitos troncocónicos de roble francés, uno de 10.000 litros y dos de 20.000. La fermentación maloláctica tiene lugar en barricas nuevas de roble francés, donde el vino hará una crianza de 22 meses, con trasiegos cada cuatro meses.
Nos encontramos ante un vino intenso, profundo y muy largo. Con una nariz en la que manda la fruta negra pero en la que encontramos mil matices: violetas, especias, notas de monte bajo… En boca es un vino muy equilibrado, con una muy buena acidez y un tanino sedoso. Es uno de esos vinos que envuelven la boca y estimulan cada papila gustativa contándote la historia de la tierra de donde proviene, un vino que llama tu atención y se queda en tu cabeza y que hace que juguemos a imaginar cómo será Termanthia 2016, un vino en el que la madera promete estar un poco menos presente al tiempo que la frescura promete aumentar sin que se pierdan la complejidad y la elegancia. Y mientras dejamos volar nuestra imaginación, volvemos a llevarnos a la boca este 2014 que, una vez más, insiste en acaparar toda nuestra atención.
Con los postres aparecen las burbujas con un invitado sorpresa: Moët & Chandon Nectar Impérial un Champagne del grupo LVMH, “hermanastro”, por tanto, de Numanthia y un pintoresco broche a esta oda al ibérico.
Y así, dando los últimos sorbos a los vinos e intentando grabar en la memoria las sensaciones y las palabras que han llenado este día, nos despedimos de nuestros anfitriones pensando en todo lo que hemos catado y en lo que cataremos en un futuro, en una bodega que, cuidando su gran legado vitícola, no deja de experimentar y de buscar nuevas formas con las que mostrar un terruño y una uva austeros pero muy generosos, tan generosos que, como dice Jesús Jiménez, hay que tener cuidado con lo que les pides, porque te lo van a dar.