(← página anterior) Visita a la Bodega de Forlong
Tras haber conocido los detalles del proyecto Forlong tanto en el viñedo como en la bodega, fiel a la afamada hospitalidad portuense, Alejandro Narváez nos invita a catar algunas de sus elaboraciones, una cata que al final se extiende a la práctica totalidad de su porfolio y que comienza con la estrella de la casa (al menos por volumen).
Forlong Blanco no solo es el vino de mayor producción de la bodega, sino que además es un soberbio embajador de la uva Palomino y los suelos de albariza. Después de haber estado varios días recorriendo Cádiz con sede en el Puerto de Santa María, nos sorprende la enorme difusión de este vino en la hostelería de la zona.
Forlong Blanco 2019 es un monovarietal de Palomino procedente de Los Corrales, en Balbaína Alta. Es prácticamente un vino natural, ya que únicamente se le añaden sulfitos al embotellar. Ser un vino joven no le impide combinar su intensidad aromática con la complejidad que aporta la albariza de barajuela en la que se alimentan las cepas que han servido para elaborarlo. Fresco, enérgico, sápido, adictivo… es el vino perfecto para plantárselo en la copa a todos los que dicen que esta uva solo sirve para hacer volúmenes.
Del Forlong naranja al Forlong Rosado
A continuación es el turno de Forlong 80/20 2019, todavía sin etiquetar, un vino naranja muy peculiar, ya que se trata de un monovarietal de Palomino fermentado con hollejos de Pedro Ximénez. Al igual que los tintos, se vinifica en ánfora, donde también hace maloláctica. Aquí tienes la nota de cata de la añada 2016, que nos produjo unas sensaciones similares a las de este 2019 que hemos encontrado, quizás, algo más fresco.
Del color naranja pasamos al rosado, al Forlong Rosado 2019, un coupage de Cabernet Sauvignon (60 %) y Tintilla de Rota (40 %) cuya fermentación empieza a 16º y baja cada día un grado hasta estabilizarse a 12º. Así se alarga la fermentación y se consigue un vino más glicérico. Es fresco, menos complejo que otras elaboraciones de esta misma bodega y, una vez más, un viejo conocido cuya cata completa puedes leer aquí.
Álex nos explica que el tapón aparentemente plástico de éste y otros vinos de Forlong es vegetal en lugar de sintético, ya que se elabora con caña de azúcar. Aparte de esto, ofrece una micro-oxigenación del vino similar a la que ofrecería un tapón de corcho (de hecho, es posible elegir entre seis diferentes grados de porosidad), es reciclable y no es precisamente más barato que un tapón de corcho (puedes aprender más si googleleas “Vinventions”, la empresa que lo hace). Y, para nosotros, hay una ventaja adicional: los pequeños mensajes que viajan en el interior de cada botella de Forlong impresos en su “corcho”, son más legibles en el tapón sintético… digo vegetal.
Forlong Mon Amour: un Palomino (o tres) con alma bordelesa
Y con la llegada del trío parcelario Mon Amour la cata se pone, aún si cabe, más interesante. El nombre de esta colección de vinos viene del empeño de Alejandro de vinificar la Palomino de la misma manera que en el Château Smith Haut Lafitte se vinifica la Sauvignon Blanc: fermentando el mosto en barricas usadas y dejando el vino un año sobre lías. La etiqueta es una foto del hermano de Rocío de un grafiti inspirado en Bansky. Pero, vamos al grano. Hasta ahora, Mon Amour era un único vino (esta es nuestra nota de cata del 2016), pero con la añada de 2018, Mon Amour se desdobla o, más bien, se “destripla”.
Así, por una parte tenemos Mon Amour Balbaína Alta 2018, que es una auténtica locura. Por otra, Mon Amour Burujena 2018 (del pago próximo a la población de Trebujena, en las marismas del Guadalquivir) muestra una nariz menos intensa, menos golosa, menos explosiva, pero a su vez su boca es más mineral, tiene mucho volumen y un fantástico posgusto a frutos secos. Y, por último, Mon Amour Balbaína Baja 2018 rebosa mineralidad, con pólvora en nariz, sílex, pedernal o lo que sea que busques del reino mineral. Su boca es muy intensa, sápida, afilada, vertical… Y tras catar tres vinos que comparten clima, añada, uva, zona geográfica y elaboración, te das perfecta cuenta de la enorme importancia que poseen los suelos, algo que por supuesto ya sabías pero que de vez en cuando conviene recordar de una manera tan ilustrativa como ésta… tan ilustrativa y deliciosa.
Amigo Imaginario y La Fleur: pura magia
Tras la lección de suelos, llega otro de nuestros favoritos: Amigo Imaginario 2018, un vino naranja de Palomino Fino fermentado en tinaja y envejecido durante 22 meses en una bota envinada de oloroso; una bota llena, sin oxígeno, ya que la idea aquí no es elaborar un fino de añada versión 2.0 sino criar un vino y aportar los matices de la bota. El resultado: tremendamente fino, muy sápido, frutal y con un sorprendente toque de hidrocarburo. Es una maravilla que te descuadra, te hace dirigirte a la botella, indagar la etiqueta buscando las respuestas, te hace hacerte preguntas… pero, sobre todo, te hace disfrutar a cada trago, como ya lo hicimos con la añada de 2016.
Rizando el rizo, La Fleur 2016 (la segunda añada lanzada de este vino) introduce una nueva variable en las elaboraciones de Forlong: el asoleo. Así, las uvas de Palomino Fino se asolean durante 48 horas. Álex nos explica que, de esta forma, se detectan y apartan los racimos que presentan botrytis. Tras la selección, se prensa, se desfanga y se fermenta en bota, con velo natural. Y ¿qué encontramos en esta botella de esencia “palomínica”: puro mar, yodo en nariz… y suelo, mucho suelo; una maravilla de la que, obviamente, nos llevamos alguna botella para casa.
Los vinos tintos de Forlong
Pero aunque nos encanta que en una zona vitivinícola como es el Marco de Jerez haya una tipicidad tan definida como la que marcan los suelos de albariza y las uvas blancas que todos conocemos, no parece muy lógico que las uvas tintas hayan sido proscritas en la Denominación de Origen y relegadas a convertirse en Vinos de la Tierra de Cádiz o, como en el caso de Forlong, vinos de extraordinaria calidad certificada por sus consumidores.
Rocío Áspera es una gran aficionada al manga y al anime, por lo que el primer personaje de las etiquetas de Forlong estaba inspirado en Totoro, de Hayao Miyazaki, pero fue reemplazado por el actual mono al entender que los consumidores japoneses podían malinterpretar el homenaje.
Forlong Anfora 2018 (otro viejo conocido cuya cata está aquí) surge en esta añada, mucho más fresca, mucho más atlántica, en la que la Tintilla de Rota alcanza un nivel alcohólico más bajo del habitual y se decide elaborar un vino sin paso por barrica. Fermentado sin despalillar, en esta ocasión encontramos un perfil más herbáceo y especiado, aunque hay que tener en cuenta que ya llevamos catados unos pocos vinos.
Petit Forlong 2018 es la última añada de un vino de chateo. Y es importante señalar que a finales de septiembre de 2020 estamos degustando un vino supuestamente básico de 2018. Se trata de un coupage de Syrah (60 %), Merlot (30 %) y Tintilla de Rota (10 %) que fermenta en tinaja, donde pasa seis meses y completa su crianza en barricas de varios usos en las que descansa otros seis meses más. Fresco y goloso, lo conocimos en su anterior añada, y con él comenzó nuestro interés por los vinos de Alejandro y Rocío.
Los diseños de muchas de las desenfadadas etiquetas de Forlong son obra de la ilustradora Victoria Cerezo, pero que las etiquetas sean desenfadadas no significa, en absoluto, que los vinos no sean serios.
Y en este punto es interesante comentar que, para Alejandro, las mejores añadas recientes del Marco de Jerez son 2014, 2017 y 2019, algo que a partir de ahora tendremos muy en cuenta cada vez que se nos ponga a tiro un vino de la zona.
Assemblage: El lado serio de Forlong
Forlong Assemblage 2018 es uno de los pocos que aún nos quedaba por catar. Se trata de un coupage de Merlot (60 %), Tintilla de Rota (30 %) y Syrah (10 %) que ha pasado en tinaja los seis meses de rigor y ha hecho una crianza de un año completo en barricas más nuevas (pero no del todo). Su botella bordelesa ya nos da una pista. Estamos ante un vino claramente más clásico: largo, complejo, muy estructurado y con un fabuloso potencial gastronómico. Es como uno de esos cuadros figurativos pintados por un maestro de la abstracción que se cuela en una exposición monográfica sobre ese autor y te hace exclamar un “¡Coño! ¿Esto es un Forlong?”.
Y la cata acaba con otro vino inédito para nosotros: Forlong Tintilla 2017, un monovarietal de Tintilla de Rota que, tras los correspondientes seis meses de tinaja, pasa un año completo en barrica y descansa una buena temporada en botella antes de salir de la bodega. Álex nos comenta que la Tintilla es una variedad muy reductiva, y en este viaje a Cádiz hemos encontrado soberbios monovarietales de esta uva, que en el caso del vino de Álex y Rocío cuenta con una fantástica nariz en la que conviven notas herbales y frutales para dar paso a un trago embriagador, elegante, con taninos amables… un vino, junto con tantos otros elaborados con esta variedad, que nos hace plantearnos que quizás hay un universo paralelo en el que la Tintilla es la verdadera reina del Marco de Jerez y en el que los atlánticos pagos de albariza y la serranía gaditana compiten entre sí y con las grandes regiones vinícolas internacionales.
Pero, en realidad, quién quiere explorar un mundo paralelo después de haber podido disfrutar en éste de una experiencia como la que acabamos de vivir. Embriagados (nunca mejor dicho) por la hospitalidad de nuestros anfitriones, nos despedimos no sin antes comprar algunos tesoritos que iremos reservando para esas ocasiones en las que compartir y disfrutar son la misma palabra. Y dejamos el pago de Forlón con la satisfacción de haber tachado una de las casillas importantes de nuestra enorme lista de sitios, vino y gente, pero, sobre todo, con la satisfacción de comprobar que hay un hueco importante para la viticultura ecológica, la Tintilla de Rota, el protagonismo del terruño y las elaboraciones sin fortificar en ese fascinante y a veces excesivamente restrictivo Marco de Jerez.