Quedan apenas días para que la vendimia de 2023 dé comienzo en El Bierzo; quedan apenas días en “el valle”, porque en “la montaña” hay parcelas que aún no han acabado de enverar y muestran sus racimos ajedrezados en los que algunas uvas de Mencía ya se han teñido con el rojo violáceo de los antocianos mientras otras se resisten a abandonar el verde de la clorofila.
Estamos en Albares de la Ribera, una localidad con 500 vecinos perteneciente al municipio de Torre del Bierzo, en el extremo oriental de esta comarca leonesa de la que el pueblo toma su apellido, una zona salpicada de pequeñas parcelas rodeadas de bosque que amenazan con convertirse en “poulos”, en tierras olvidadas cuyos propietarios se han ido jubilando, quedando sin relevo, rindiéndose ante el bajo valor de sus esfuerzos y dejando que la avanzadilla de las zarzas recupere para el ejército de la naturaleza estas viñas robadas a los bosques de castaños, encinas y de pinos albares que crecen en laderas imposibles.
German R. Blanco nos enseña el terruño del Bierzo Alto
Visitamos este entorno único de la mano de Germán R. Blanco, enólogo y viticultor de origen asturiano que compagina tres zonas de elaboración: Rioja, Ribera del Duero y El Bierzo, donde hoy nos encontramos.

–Estamos en el valle del Boeza. Económicamente es una zona muy pobre, con muchísimo paro. Yo me crié aquí con mi bisabuela, que no tenía ni ducha dentro de casa. Teníamos que lavarnos en el río –nos explica un enfático Germán.
Precisamente, es su bisabuela Aurora García el detonante de Casa Aurora, el proyecto de Germán en El Bierzo. Aurora, una de las primeras mujeres mineras de la región, trabajaba una viña propia de 0,25 hectáreas ubicada en lo alto de una ladera Este que hoy es una de esas anomalías rodeadas de bosque.
La orientación es poco habitual, y tampoco es normal que se trate de una viña monovarietal de Mencía en una zona en la que la costumbre era plantar una mezcla de Mencía, Garnacha Tintorera y Palomino a la que podían sumarse otras variedades como la Grao Negro, la Garnacha Tinta, el Godello o la “Mencía Doble”, una de esas uvas que quizá en otro sitio sea conocida con otro nombre o que quizá simplemente no exista más allá del valle del Boeza.
Y es que aunque Germán insista en explicarnos los aspectos comunes de la viticultura de la zona, a medida que vamos visitando sus parcelas en parajes como El Santo, Valderreguera, La Truena, La Gándara o Vendañona, nos vamos dando cuenta de que la norma es sencillamente la excepción, y esa singularidad de cada pedacito de ladera robada al bosque es lo que hace único el terruño de Albares.

Volviendo con la viña de la “abuela” Aurora, este cuarto de hectárea cuenta con 600 cepas de las que la mitad tiene más de 100 años, mientras que las 300 restantes fueron plantadas hace apenas 20. Una ligera brisa ayuda a mantener esta parcela alejada del mildiu, mientras que un cercado hecho con más esfuerzo e ilusión que medios pretende disuadir al jabalí de que haga la vendimia por su cuenta. También el corzo, el conejo y las aves se fijan en la escasa producción de estas plantas que buscan los nutrientes en suelos extremadamente pobres.
Desde hace un par de años, no obstante, el principal problema es el black rot. Con todo ello, es muy difícil que la producción de esta parcela cuyas viejas cepas se apoyan en tutores de castaño procedentes del soto colindante, supere los 2.000 kilos por hectárea.
De esa Mencía con el grano pequeño y separado de esta única viña nace La Galapana, uno de los vinos estrella del proyecto junto con Poula, que es el “gran vino” de Casa Aurora, elaborado con un ensamblaje de las mejores viñas del proyecto, algo sólo posible gracias a que cada viña se vinifica independientemente.
Las dos bodegas de Casa Aurora
Casa Aurora cuenta en realidad con dos espacios. Por una parte, se encuentra la bodega “vieja”, una pequeña nave de paredes de piedra, portalón de madera, tejado de pizarra y dos alturas en el centro de Albares donde arrancó el proyecto en 2009, tres años después de que la bisabuela Aurora falleciera a los 106 años.

La primera añada que salió a la venta fue la correspondiente a 2013. Poco a poco, el proyecto comenzó a crecer, y actualmente se elaboran 20.000 botellas anuales. Para ello, la bodega cultiva 2,8 hectáreas de viñedo propio que se distribuyen en 27 parcelas de la zona, a las que se añaden otros minifundios de viticultores que le venden la uva.
En la bodega vieja se lleva a cabo la crianza de los mejores vinos. Hay también un txoko en la parte de arriba, bajo la cubierta, que permite hacer catas o dar de comer a los eventuales invitados.

Allí paramos a mitad de jornada para catar algunos de los vinos, maridados con algo tan berciano como es una empanada “de batallón”, rellena de patata, acelga, carne y panceta desalada. Entre trago y bocado, Germán explica con su desbordante torrente de energía que se vio obligado a hacer el txoko porque en El Bierzo Alto puede ser difícil encontrar un lugar donde dar de comer o de cenar a un importador o un distribuidor que venga a visitarte.
Apasionado, enfático, con los ojos abiertos como platos y una sonrisa cálida que contagia optimismo, Germán responde sin tapujos a lo que le preguntas. No obstante, en cuanto te descuidas, la conversación adquiere vida propia y muy frecuentemente vira hacia los planes de futuro, los nuevos vinos o las miles de ideas que bullen en el interior de su cabeza.

El segundo espacio de Casa Aurora es una nave de nueva construcción ubicada muy cerca de allí, en Las Ventas de Albares, en un polígono industrial (Valderreguera) que da servicio tanto a Torre del Bierzo como a la vecina Bembibre. Allí, en una superficie de 330 m2, encontramos huevos de Flextank, depósitos, barricas (casi todas de 500 litros), foudres, siemprellenos, el botellero y unos cuantos palés preparados para poner los vinos de Germán en casi todos los rincones de nuestro país y en nada menos que 20 países o, dicho de otro modo: Puedes encontrarte un vino de Germán en uno de cada diez países de nuestro planeta. No está mal. ¿Verdad?
Cata de los vinos de Germán R. Blanco
Es precisamente en la nave moderna donde comenzamos a catar sus vinos de la añada 2022, que descansan aún en los recipientes en los que se encuentran haciendo la crianza. El primero es La Truena, un Godello criado parcialmente en barrica, huevo de Flextank, ánfora y depósito de acero inoxidable. Actualmente se encuentra en un siemprelleno y en dos barricas grandes, nueva y usada. Probamos los tres vinos individualmente y, a continuación, un “ensamblaje sobre la marcha”.
Es un vino claramente varietal, con mucha acidez, una gran longitud y una sorprendente finura pese a tratarse de un vino que aún no ha descansado en la botella. La madera está bien integrada, y cuando finalmente catamos la versión ensamblada, todo cobra sentido. Esto es aprendizaje y lo demás son cuentos.

Pepink 2022 será nuestra siguiente víctima. El clarete de Germán R. Blanco es una atípica mezcla de Palomino y Garnacha Tintorera que se cría al 50 % en ánfora y barrica durante ocho meses. No se parece a nada y, al mismo tiempo, recuerda a aquellos vinos del pasado… Fruta roja, naranja amarga, una nota golosa y un toque de acidez; vertical y explosivo, refrescante y profundo.
La Nave 2022 va a continuación. Criado en huevo de Flextank, foudre y depósito de acero inoxidable, se elabora con uvas de viñas viejas compradas a viticultores de la zona. Es una Mencía muy amable pero seria a la vez, con aromas a fruta roja fresca en su punto de maduración, taninos muy domados, una nota amarga y un toque herbal que, en mayor o menor medida, parece conectar todos los vinos de Casa Aurora.

Ya en la viña de La Galapana, catamos la anterior añada de La Nave, actualmente a la venta. Tras haber reposado un año adicional en la botella, encontramos un vino muy frutal, muy fácil, con un sugerente toque a regaliz.
A continuación, nuevamente en la viña, degustamos Clos Pepín 2021 en formato mágnum, que nos recibe con ligeros aromas reductivos que enseguida se van con tan sólo girar un poco la muñeca. Es un vino muy fino, muy redondo, con aromas a fruta roja y negra; fluido intenso, de taninos domados, tremendamente amables.
La Galapana 2021, el vino elaborado con uva de la viña donde nos encontramos, va a continuación. Es un vino profundo, elegante, frutal, con aromas florales y un trago intenso y largo, adictivo, de esos que se desvanecen lentamente, como si algo se estuviera deshaciendo en tu boca.
Poula 2021 es el último vino de cuantos cataremos en la viña. Es todo un homenaje a las parcelas viejas del Bierzo Alto que se elabora ensamblando los mejores vinos de las mejores viñas. Nos recuerda inequívocamente a La Galapana, pero hay un toque extra de complejidad, quizás más estructura y un tanino perfecto que, unido a una fantástica acidez, le augura un ilusionante potencial de guarda.

Por último, catamos nuevamente en rama en la bodega vieja. La primera víctima es la primera añada de un varietal de Mencía de las viñas más frescas del proyecto que probablemente salga al mercado como Cara Norte 2022. Nariz muy varietal, buena acidez… No es opulento ni tampoco ligero; es un vino fino, estructurado, complejo y delicioso.
A continuación, cataremos una parte de Poula 2022, que descansa en un huevo de Flextank tras haber pasado primero por un foudre. Nos sorprende por su gran acidez. Es un vino tremendamente vivo que sin duda ofrece un gran potencial.
Pero para hacernos una idea de cómo será Poula 2022 en realidad, vamos a probar una muestra del mismo vino criado en barrica y a ensamblarlo “en la mente”; mucho más “hecho”, más amable y más redondeado, será sin duda un buen compañero a su “hermano” de foudre.
El siguiente es el foudre en el que descansa La Nave 2022, un vino delicioso que da paso a La Viña de la Señora Aurora 2022, nombre que, a partir de ahora, reemplazará a La Galapana. En su expresión más joven, es una auténtica explosión de fruta roja, violetas y esas notas de campo que te llevan a la viña sin mediar palabra.

Cierras los ojos, y la bodega vieja se desvanece mientras La Viña de la Señora Aurora se pasea por todos los rincones de tu boca. Tus pies parecen apoyarse en un suelo inclinado e irregular salpicado de piedras sobre la arcilla roja tapizada por hierbas y pinocha. Una fina brisa trae aromas de jara y acerca los sonidos de las aves, de las carrizas y los ferreiriños, las lavandeiras y las abubillas. El sol de la mañana calienta tus mejillas sin llegar a quemar, y en este paraíso terrenal lo único que queda es dar las gracias a locos de la viña y la naturaleza como Germán, a pioneros como la abuela Aurora y a tantos otros viticultores anónimos que les precedieron y que han sabido mantener con vida las parcelas remotas de un viñedo robado a la montaña que las zarzas y el bosque luchan por volver a hacer suyo; un viñedo cuyas viejas cepas aún no han acabado de enverar y muestran sus racimos ajedrezados en los que algunas uvas de Mencía ya se han teñido con el rojo violáceo de los antocianos mientras otras se resisten a abandonar el verde de la clorofila.
