Enate bodega fachada exterior
Naturaleza, luz, diversidad, montañas, ríos que serpentean horadando cañones imposibles... El Somontano es una de esas regiones mágicas que te sorprenden, te seducen, te acaban enganchando... al igual que sus vinos. Su denominación de origen agrupa a 32 bodegas, que cultivan 4.600 hectáreas de viñedo. Enate es uno de sus principales productores, y hemos tenido la suerte de conocer su bodega y descubrir algunas de sus peculiaridades.

Veintisiete vendimias; esa es la edad de Enate, una de las bodegas más importantes de la Denominación de Origen Protegida Somontano. La bodega se ubica en Salas Bajas, un diminuto pueblo al norte de Barbastro. Su exterior es austero, moderno, de ladrillo visto y formas cúbicas, rodeado por algunas esculturas modernas. De alguna forma se asemeja a un barco, un barco que navega entre viñedos. Pero en el interior, más que de austeridad, nos toca hablar de funcionalidad, de arte y de sorpresas.

Enate bodega cubas de fermentacion acero inoxidable
Cubas de acero inoxidable en la sala de fermentación de Enate.

La visita comienza entre cubas de acero inoxidable; casi un centenar, de diversos tamaños. Y es que hay muchas uvas diferentes, que se vendimian y también fermentan sin mezclarse, en distintos depósitos. De hecho la Merlot y la Chardonnay son las dos primeras en llegar a bodega, y es habitual que la vendimia se escalone en torno a tres semanas. En Enate presumen de tener la Chardonnay más vieja de todo el Somontano, y, de hecho, su Uno’ Chardonnay es una de las joyas de este productor, pero de este vino ya os hablaremos detalladamente a su debido tiempo. Esta Chardonnay y alguna otra parcela se vendimian a mano, aunque casi todo su viñedo (un total de 600 hectáreas, 100 arrendadas y el resto en propiedad) se vendimia con máquina y en las horas más frías.

La sala de crianza de Enate: 4.000 barricas en un auténtico templo del vino

Pero si la zona de fermentación resulta impresionante, la sala de barricas es, sencillamente, sobrecogedora, tanto por unidades como por su sublime arquitectura. Tiene una extensión de 1.500 metros cuadrados, y las barricas (hasta 4.000) se apilan a dos y tres alturas en impecables calles bajo las modernas bóvedas de un auténtico búnker de hormigón, una estancia a escala de gigantes que espiamos desde una pasarela.

Enate bodega sala de barricas
Sala de barricas de la bodega Enate.

Y si sus 4.000 barricas (dos terceras partes de roble francés y una tercera de roble americano) no te han impresionado, su botellero puede que lo haga. Centenas de jaulones, apilados en cuatro y cinco pisos, encarcelan hasta cuatro millones de botellas sobre una superficie más del doble de grande que la de la sala de crianza. Cada jaulón atrapa 588 botellas bordelesas; el producto de unas dos barricas.

Esta capacidad de envejecer el vino resulta sorprendente en una bodega cuya producción es de unos 2,7 millones de botellas al año, y es una de las claves de los vinos no ya de esta bodega, sino de la D. O. Somontano, en la que puedes encontrar muchos vinos con roble, diversos varietales, diferentes precios, pero con ese denominador común de las cosas bien hechas o, cuanto menos, lanzadas al mercado en  el momento justo.

Una botella nace cada dos segundos en la bodega Enate

Pero entre las barricas y los botelleros, no hemos hablado de otra de las naves de gigantes: la que contiene las cubas de ensamblaje de hasta 200.000 litros y la embotelladora, capaz de procesar una botella cada dos segundos.

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Colección de obras de arte originales de la bodega Enate.

Y, además de bodega, Enate es un auténtico museo. Su colección de arte cuenta con más de un centenar de originales de artistas consagrados como Antoni Tapies, Eduardo Chillida, Antonio Saura o Eduardo Arroyo, piezas comisionadas específicamente para la bodega. Por ello, cada uno de los vinos de Enate reproduce en su etiqueta una obra de arte original.

Cerramos la visita con una cata a ciegas en la que comprobamos la asombrosa evolución de un Enate Gewürztraminer 2005 respecto al joven Enate Gewürztraminer 2018; una auténtica cata vertical con caída libre capaz de romper los esquemas a quienes siguen pensando que los vinos blancos son para consumir en el año. Miramos las dos copas y no dejamos de asombrarnos de cómo la botella y el tiempo pueden aportar tanta complejidad en boca y tanta intensidad a la vista a un vino que no ha sido creado para degustarse catorce años después de elaborarse.
Pero la experiencia no acaba con la cata, sino con comida. Y es que Enate ofrece diferentes experiencias enoturísticas más allá de la propia visita: picoteo entre viñas, en la propia bodega, diferentes menús en su comedor o eventos a la carta. En la D. O. Somontano en general y en Enate en particular han sido capaces de entender el enorme valor del enoturismo, de entender que invertir en la cultura del vino es invertir en su futuro.

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