A lo largo de más de un centenar de kilómetros, el río Duero dibuja la frontera entre España y Portugal, separando variedades gemelas y paisajes mellizos, como si del pliegue de un libro se tratara; un libro en cuya página par leemos sobre las castas Rabigato, Bastardo y Tinta Gorda que se desarrollan en el Planalto Mirandês, mientras en la página impar las mismas cepas crecen en la penillanura de Arribes con los nombres de Puesta en Cruz, Bastardillo Chico y Juan Garcia, respectivamente.
Eso hace que, cuando cruzamos la frontera a través de la presa de Bemposta, todo nos resulte extraordinariamente familiar. Los colores, los árboles, la brisa, el brillo de los áridos graníticos que integran el asfalto de la carretera cuando el sol incide sobre ella… Incluso la estructura de los pueblos que atravesamos es un calco de la de los pueblos que dejamos atrás, al otro lado de una frontera administrativa, geopolítica… nunca geográfica y aún menos vinícola.
Travanca: La nueva bodega de Arribas Wine Company
Llegamos a Travanca a primera hora de la mañana, donde nos espera Ricardo Alves (el 50 % de Arribas Wine Company) para enseñarnos su nueva bodega, una sencilla nave a las afueras de esta pequeña freguesia o parroquia de la villa de Mogadouro. Ricardo nos comenta que se han trasladado allí desde Bemposta (donde elaboraban hasta 2019) porque necesitaban más espacio, y el ayuntamiento de Travanca les ha cedido la nave cobrándoles una renta baja. En agradecimiento, ellos han decidido elaborar un vino del pueblo y para el pueblo mezclando las uvas aportadas por sus habitantes:

–Es una experiencia muy bonita. Cada uno aporta un cesto de uvas. Hay uvas blancas, tintas, de todas las variedades, incluso uvas de mesa –nos explica Ricardo mientras nos enseña el depósito, que desgraciadamente no vamos a poder probar por encontrarse recién “sulfitado”.
–La parte más positiva de todo es que el proyecto ya es auto-sostenible –reconoce Ricardo–. Ya no necesitamos irnos al otro lado del mundo a hacer vendimias. Ahora el problema es el espacio. Tenemos 15 hectáreas de viñedo en cinco pueblos de la zona, compramos algo de uva blanca e incluso tenemos contratada a una persona para que nos ayude en las labores del campo.
Efectivamente, no es difícil comprobar que no sobra el espacio en la bodega de Arribas Wine Company. En 2021 llegarán a las 30.000 botellas, una cifra enorme teniendo en cuenta que la mayor parte de su producción son micro-vinificaciones de pequeñas parcelas.
–Las vendimias empiezan con tinto, luego uva blanca, después otra vez tinta… y acaban siempre con el rosado. Las fermentaciones y las prensas se van solapando, y cada vinificación va a un depósito o una barrica. Por eso para nosotros es muy importante el espacio en bodega –reconoce Ricardo.
La situación, además, se ha agravado en los últimos meses con la falta de botellas de vidrio, que les está impidiendo vaciar depósitos y barricas para embotellar algunos de los vinos que ya están terminados.
Los depósitos de fibra de vidrio de 5.000 litros provienen de una bodega de Francia. Son traslúcidos, muy limpios y su sistema de cierre neumático tiene un sellado de gran calidad, según nos comenta Ricardo Alves, el 50 % de Arribas Wine Company.
Tras esta puesta al día, Ricardo nos invita a catar algunas de las nuevas elaboraciones. Y aunque durante estos tres años no hemos dejado de probar sus vinos, la verdad es que tenemos verdaderas ganas de ver cómo ha ido evolucionando el proyecto, cómo han influido las nuevas decisiones en los nuevos vinos, qué camino han tomado y, sobre todo, tenemos ganas de comprobar si estos nuevos vinos mantienen esa desbordante autenticidad que nos sedujo cuando los catamos por primera vez.
Cata en rama de las nuevas añadas de Arribas Wine Company
Directamente del depósito, Saroto Blanco 2021 es el encargado de abrir el fuego. Se trata de un coupage de variedades blancas procedentes de viñedos viejos cuyos racimos se pisan sin despalillar antes de pasar a la prensa vertical. Cuatro días de maceración con las pieles, y siete meses de barricas usadas de roble francés y acacia, dan como resultado un vino tremendamente aromático del que nos cuesta no apurar la copa, a pesar de que apenas pasan unos minutos de las nueve de la mañana (hora portuguesa).
También sin embotellar, catamos a continuación Saroto Rosado 2021, un “clarete” elaborado con uvas blancas y tintas a partes iguales procedentes de viñas viejas de la zona más fresca que trabajan y que, por tanto, es la última en vendimiarse. Las uvas se pisan y maceran dos días con las pieles antes de que el mosto fermente y se críe en barricas usadas de roble austriaco durante siete meses.
Si tuviéramos que compararlo a algún otro vino… lo tendríamos difícil porque este rosado no se parece a nada. De entrada, es tremendamente mineral. Su nariz te sitúa a ras de suelo; pizarra, arcilla, rocas de granito… todo se encuentra ahí, junto a una agradable fruta fresca que aparece en la boca tras disiparse la acidez inicial, dejando paso poco a poco a un posgusto deliciosamente amargo.
Cata de vinos “terminados” de Arribas Wine Company
La primera botella de la cata es toda una sorpresa: Belfo 2020. Se trata de un vino que cada año se elabora en colaboración con una ONG, que en este caso es Aepga, una asociación cuyo fin es el estudio y la protección del burro. Para elaborarlo, compraron uva en Peredo da Bemposta, en una zona de suelos graníticos calcáreos. El vino fermentó en seis barricas de roble francés (una de ellas nueva) y permaneció 11 meses en barrica y un mes y medio más en depósito antes de embotellarse. Cuando lo catamos, encontramos un vino redondo, con una nariz limpia y muy frutal, que precede a una boca adictiva; una auténtica delicia.
Justo a continuación, Ricardo nos ofrece catar Belfo 2021. Con una elaboración similar, ocho horas de maceración, fermentación en barrica y crianza de 11 meses en barrica usada de acacia, al principio lo encontramos cerrado, pero según se abre descubrimos una versión más mineral, más seca, sin el toque goloso de la anterior añada, pero igualmente adictivo.

Y tras lo que para nosotros era novedad, llega la última añada del que quizás sea el vino más emblemático de la bodega. Saroto Tinto 2021, directamente del depósito, nos recibe con una fantástica acidez. Este tinto con alma de blanco (el 30 % de las uvas son blancas) es una auténtica bomba de fruta, una especie de golosina para adultos; pero esta descripción no refleja la seriedad del vino: fresco, delicioso, vertical, intenso, rabiosamente expresivo… para beber a litros disfrutando cada milímetro cúbico, como si en cada trago pudieras encontrar algún resquicio de cada una de las mil y una variedades con las que se elabora.
Con Manicómio 2020, la cata vuelve a dar un giro de timón. Si en 2019 Dirk Niepoort era el invitado a “dirigir” el vino, el responsable es ahora João Tavares de Pina, el prestigioso enólogo de Quinta da Boavista. Nuevamente hablamos de un ensamblaje de uvas tintas (70 %) y blancas (30 %), pero en esta ocasión dos terceras partes de las uvas se pisaron en lagar abierto, y el mosto fermentó durante 15 días mientras maceraba con las pieles. El otro tercio se dejó sin despalillar, hizo maceración carbónica y, posteriormente, pasó a la prensa vertical. El ensamblaje de ambos vinos tuvo una crianza de 10 meses en barricas de roble húngaro, austriaco y francés, así como seis meses más en la botella.
Su nariz, muy aromática, nos sorprende con una expresiva mezcla de melocotón, fruta roja, higo paso… La boca es más fresca de lo que sugiere la nariz, muy fácil, deliciosa, con una fabulosa mezcla de acidez y estructura tánica tan sorprendente como adictiva. Y, por mucho que busques, a pesar de esa clara estructura y esa fruta madura, no vas a encontrar ni rastro de presencia de madera en esta gastronómica joya de la que solamente hay 1.300 botellas.

El penúltimo vino de la cata será Quilómetro 2020, un nuevo coupage de parcela (o, más bien, de “parcelas”) en el que un 30 % de la uva es mezcla de variedades blancas, mientras el 70 % restante corresponde a las castas tintas. Su nombre se debía en principio a la idea inicial de elaborar este vino fuera de la bodega, a kilómetros de Bemposta, pero llegó la Covid-19, y el vino tuvo que hacerse sí o sí en Bemposta (en la primera bodega), que casualmente está a un kilómetro de las viñas, lo que hacía que el nombre, irónicamente, volviera a cobrar sentido.
Ricardo reconoce que su elaboración fue problemática. Comenzó siendo un vino de maceración carbónica que pasó a barrica a medio-fermentar, la fermentación se detuvo, la acidez volátil se disparó y, pasado un año y medio desde la vendimia, todo se ha ido arreglando, como comprobamos cuando lo catamos. Nos sorprende su color muy ligero, pero la volátil está perfectamente camuflada en un vino que quizás sí que sea algo más salvaje que el resto de elaboraciones, pero manteniendo una identidad común que se traduce en una auténtica muestra de terruño y de fruta rabiosamente fresca.
Raiola 2019, el último vino de la cata de Arribas Wine Company
Raiola 2019 es el último vino que cataremos hoy. La idea inicial era emplear únicamente variedades tintas, ya que en las restantes elaboraciones siempre hay uva blanca. Así, las uvas tintas de cuatro diferentes parcelas se pisaron en el lagar tradicional de piedra de la antigua bodega, mientras con las uvas blancas de esas viejas parcelas elaboraban Saroto 2019. Tras cuatro días de maceración, se prensaron las uvas, y el vino fue trasegado a una barrica nueva de roble francés, así como seis barricas usadas de roble francés y austriaco. Finalmente, al catarlo, decidieron ensamblarlo con la prensa de Quilómetro 2019 para darle un aporte de frescura y elegancia, por lo que al final lleva algo de uva blanca.

Cuando lo probamos, encontramos un vino frutal, floral, herbal y mineral, una de esas narices en las que parece haber un poco de todo. En la boca manifiesta una buena acidez, fruta madura, buena estructura y buena intensidad, por lo que nuevamente aquí tiene un poco de todo. Y cuando lo analizas te deja pensativo mientras mueves la lengua dentro de tu boca como tratando de encontrar palabras, sensaciones, colores con los que dibujar un lienzo que no terminas nunca de acabar. Es uno de esos vinos tipo Adrien Brody o Benedict Cumberbatch, que así, a primeras no son ortodoxamente guapos, pero a nada que los miras dos veces…
Quizás eso hace de este vino homenaje a un juego popular, a algo netamente portugués y netamente ligado a la tradición, el perfecto broche para una cata de la que sacamos varias conclusiones. La primera de todas es que hay hueco en el mercado para los buenos vinos de los pequeños elaboradores; nos encanta comprobar que un proyecto que conocimos casi en su nacimiento sea mucho más sólido tres años después.

La segunda de nuestras conclusiones es tan sencilla como que los vinos son tremendos o, más bien, “siguen siendo tremendos”. En ese Manicómio, en ese Belfo, en los Sarotos… hay fruta y hay terruño, pero, por encima de todo, hay sinceridad, hay verdad, hay una prodigiosa mezcla de la viticultura más tradicional y el conocimiento que da la formación, una mezcla sublime de saber hacer y de “querer hacer” que en todas y cada una de esas etiquetas, sorbo a sorbo, te traslada a esa realidad de paisajes mellizos, variedades gemelas y el río Duero con su abrupto cañón separándolo todo.
Vino | Alcohol | Producción | Precio (75 cl) |
Saroto Blanco 2021 | – | – | 16-23 euros |
Saroto Rosado 2021 | – | – | ~23 euros |
Belfo 2020 | 13 % | 1.800 botellas de 75 cl | ~22 euros |
Belfo 2021 | – | – | ~22 euros |
Saroto Tinto 2021 | – | – | 10-16 euros |
Manicómio 2020 | 14 % | – | ~33 euros |
Quilómetro 2020 | – | – | ~26 euros |
Raiola 2019 | 12 % | 3.300 botellas de 75 cl | 22-38 euros |