Mientras escribimos estas líneas, nos vemos obligados a permanecer en nuestras casas. Pero muy pronto esperamos poder estar de nuevo visitando viñedos, bodegas y conociendo a viticultores y hacedores de vino de los que dejan huella. Mientras eso sucede, aprovechamos para dar un repaso a algunos de los proyectos vitivinícolas que más nos han marcado. Quién sabe; quizá alguno de ellos pueda convertirse en tu próxima escapada enológica.
Abel Mendoza
No esperes encontrar un formulario en su página web para concertar una visita, pero si llamas por teléfono y muestras interés por lo que hace, Abel Mendoza te abrirá las puertas de su casa, dejará lo que esté haciendo (injertar, en nuestro caso) y te dará una clase magistral que no olvidarás mientras vivas. Al menos, eso es lo que nos sucedió en uno de nuestros últimos viajes a La Rioja.
Con una producción de 80.000 botellas anuales, se trata de una bodega pequeña comparada con las grandes marcas de esta región. Pero su apuesta por la calidad ha conseguido que sus vinos hayan sido ampliamente reconocidos por la crítica.
Tan amigo de la experimentación como defensor de las variedades autóctonas olvidadas, tan perfeccionista como resignado a seguir aprendiendo vendimia tras vendimia, tan enamorado de Rioja como detractor de muchas de sus prácticas, Abel es una antítesis viviente, y su bodega ofrece una amplia gama de vinos para numerosos paladares y bolsillos.

Blecua
En los cimientos de una preciosa edificación de finales del siglo XIX inspirada en una villa italiana renacentista se sitúa una de las salas de barricas más bellas que hemos visto jamás. Y esa belleza, además, no le impide ser también enormemente práctica, ya que la limitada producción de este templo del vino permite que las barricas se sitúen a una sola altura, algo de agradecer en una bodega en la que el paladar del enólogo y no el responsable del laboratorio, es el que decide qué barricas pasarán al coupage de Blecua y cuáles se emplearán en otros vinos de Viñas del Vero, la bodega madre.
Si tienes pensado viajar al Somontano, te recomendamos que intentes agrupar varios días, ya que hay mucho que ver, y el enoturismo está sorprendentemente bien desarrollado, con una fantástica ruta del vino y un montón de bodegas que te abrirán sus puertas de par en par. Eso sí; Blecua es única.

César Márquez
Muchos hablan de César Márquez como una promesa, pero si pruebas sus vinos pronto te darás cuenta de que no hay promesas, sino realidades. Y es que el sobrino del afamado Raúl Pérez es ya uno de los mejores bodegueros del Bierzo, con una gama de vinos en la que los tintos hacen maceraciones cortas, los blancos fermentan en barrica, y hay una etiqueta para cada paladar; desde vinos minerales de montaña como Pico Ferreira hasta parcelarios frescos y elegantes como Rapolao, pasando por La Salvación, uno de los mejores godellos del Bierzo.
La bodega de César Márquez es una austera casa de muros de piedra en proceso de rehabilitación. Tiene el innegable encanto de lo auténtico, y un notable parque de barricas de primeras marcas. Pero lo verdaderamente interesante es conocer a César más que su bodega, y si la visita viene acompañada de un paseo por las viñas y una cata de algunos de sus vinos, la experiencia será imborrable, sin ninguna duda.

El Hato y el Garabato
Si valoras la autenticidad, el terruño, las uvas autóctonas, la mínima intervención y el máximo respeto por la fruta, puedes darte un auténtico empacho cuando visites a José Manuel Beneitez y Liliana Fernández, los creadores de El Hato y el Garabato.
Nuestra curiosidad por su proyecto se despertó durante el transcurso de una cata en la que descubrimos uno de sus vinos: Sin Blanca. Agendamos un viaje a los Arribes del Duero, y José Manuel nos regaló una mañana entre viñas y entre las paredes de una bodega destinada a escribir grandes páginas de esta incipiente denominación de origen.

Arribas Wine Company
Y terminamos esta selección con una bodega del otro lado de nuestra frontera. Ricardo Alves y Frederico Machado son dos jóvenes enólogos embarcados en una cruzada solitaria (o casi) por dar valor al terruño, el viñedo viejo y las variedades autóctonas del altiplano mirandés, una área de gran valor enológico y a la vez una de las más olvidadas a lo largo del transcurso del río Duero (Douro, en este caso).
Arribas Wine Company elabora soberbios vinos de mínima intervención en una bodega del fronterizo pueblo de Bemposta, una bodega en la que las barricas y la prensa vertical comparten espacio con un lagar tradicional en el que Ricardo y Frederico pisan una uva de vendimia temprana con la que elaboran vinos desbordantes de mineralidad, frescura, fruta y autenticidad.
Dicho esto, la bodega en este caso quizá sea lo de menos. En cuanto veas la salvaje belleza natural de algunas de las parcelas trabajadas por Arribas Wine Company sabrás que el viaje ha merecido la pena.
